Catfight (2016) Ellas también pelean a golpes
La palabra “catfight” (título
de la película americana dirigida por Onur Tukel en 2016) me lleva a una imagen casi de caricatura, de dos
gatos enzarzados mordiéndose y arañándose mutuamente en un pleito
sin fin. Por lo que yo lo traduciría como “Pelea de gatos”,
pensando en otros tipos de enfrentamientos feroces entre animales
como gallos o perros pero, como esta historia trata sobre dos mujeres
y estamos en tiempos en que el “género” cuenta, resulta tentador
usar el femenino “gatas”.
Pelea, lucha, combate cuerpo a cuerpo,
entre dos mujeres. Que no son soldados, ni delincuentes de ningún
tipo, ni luchan por salvar su vida o la de alguien más. Sino
personas aparentemente normales en el medio en que cada una se
desenvuelve. Sandra Oh y Anne Heche personifican a dos antiguas
amigas de juventud, Verónica y Ashley, que se reencuentran después
de estar distanciadas por casi veinte años.
¿Qué va a provocar que estas dos
mujeres adultas se den la golpiza de sus vidas?
Aunque no sabemos ni qué tan fuerte
era la relación entre ellas (una lesbiana y la otra no), ni
el motivo por el que terminaron su amistad, Sandra y Anne hacen
totalmente creíble la incontenible explosión de violencia. Y nos
hacen esperar otro y otro estallido más, cada uno como desquite del
anterior.
Lo que me lleva a pensar ¿hay en la
mujer una necesidad física de usar la violencia y la hemos anulado?
¿en todo ser humano existe un monstruo escondido y que surge cuando
las ofensas lo rebasan? ¿Cómo detenerlo o evitar que nos destruya?
Cuando la película inicia nos damos
cuenta que ambas mujeres tienen conflictos en su propio entorno y sus
parejas están inconformes con ellas. Que Verónica sea alcohólica y
Ashley no logre vender sus pinturas, nos hace suponer que al momento
del encuentro ambas se sienten en desventaja frente a la otra...
Saben que se fallaron a sí mismas, a sus ilusiones de juventud; y
allí está la última persona que debía atestiguarlo, esa ex-amiga
que no han logrado eliminar de sus pensamientos y que no sólo no
creyeron que volverían a ver sino que aparece como juez implacable.
Hasta aquí, Tukel logra una historia creíble, una golpiza justificable si se la ve
como la olla de presión que estalla. Pero, luego ¿qué sigue?
La revancha, claro. ¿O no? ¿Hay algún
otro tipo de desquite, en la vida real, que no implique darse de
puñetazos y patadas? ¿Será igual de satisfactorio recurrir a la
ley o planear algún tipo de venganza que destruya a la ex-amiga
ahora enemiga? ¿Se pueden evitar estas explosiones a través de la
razón y los valores morales? ¿Y qué decir del amor, tiene cabida en alguna parte?
Conscientemente dejo de lado tanto el
contexto, importante en la película pues forma parte de la crítica
(sátira) a la sociedad y los valores que la definen, como las
transformaciones de las protagonistas en los cuatro años y el modo
como asumen su realidad cambiante.
Después de ver una excelente
caracterización, me quedo con mis preguntas iniciales.
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