Ante la ley... de Franz Kafka
Interesante visión de Kafka sobre los "guardianes y administradores de la justicia". Aunque puede significar algo más... Con Kafka nunca se sabe. Espero les guste.
Ante
la Ley.
Franz
Kafka, 1914
traducción
de Jorge Luis Borges
"Hay un
guardián ante la Ley. A ese guardián llega un hombre de la campiña que pide ser
admitido a la Ley. El guardián le responde que ese día no puede permitirle la
entrada. El hombre reflexiona y pregunta si luego podrá entrar. 'Es posible',
dice el guardián, 'pero no ahora'. Como la puerta de la Ley sigue abierta y el
guardián está a un lado, el hombre se agacha para espiar. El guardián se ríe, y
le dice: 'Fíjate bien: soy muy fuerte. Y soy el más subalterno de los guardianes.
Adentro no hay una sala que no esté custodiada por su guardián, cada uno más
fuerte que el anterior. Ya el tercero tiene un aspecto que yo mismo no puedo
soportar'. El hombre no ha previsto esas trabas. Piensa que la Ley debe ser
accesible en todo momento a todos los hombres, pero al fijarse en el guardián
con su capa de piel, su gran nariz aguda y su larga y deshilachada barba de
tártaro, resuelve que más vale esperar. El guardián le da un banco y lo deja
sentarse junto a la puerta. Ahí, pasa los días y los años. Intenta muchas veces
ser admitido y fatiga al guardián con sus peticiones. El guardián entabla con
él diálogos limitados y lo interroga acerca de su hogar y de otros asuntos,
pero de una manera impersonal, como de señor poderoso, y siempre acaba
repitiendo que no puede pasar todavía. El hombre, que se había equipado de
muchas cosas para su viaje, se va despojando de todas ellas para sobornar al
guardián. Éste no las rehúsa, pero declara: 'Acepto para que no te figures que
has omitido algún empeño.' En los muchos años el hombre no le quita los ojos de
encima al guardián. Se olvida de los otros y piensa que éste es la única traba
que lo separa de la Ley. En los primeros años maldice a gritos su destino
perverso; con la vejez, la maldición decae en rezongo. El hombre se vuelve
infantil, y como en su vigilia de años ha llegado a reconocer las pulgas en la
capa de piel, acaba por pedirles que lo socorran y que intercedan con el
guardián. Al cabo se le nublan los ojos y no sabe si éstos lo engañan o si se
ha obscurecido el mundo. Apenas si percibe en la sombra una claridad que fluye
inmortalmente de la puerta de la Ley. Ya no le queda mucho que vivir. En su
agonía los recuerdos forman una sola pregunta, que no ha propuesto aún al
guardián. Como no puede incorporarse, tiene que llamarlo por señas. El guardián
se agacha profundamente, pues la disparidad de las estaturas ha aumentado
muchísimo. '¿Qué pretendes ahora?', dice el guardián; 'eres insaciable', 'Todos
se esfuerzan por la Ley', dice el hombre. '¿Será posible que en los años que
espero nadie ha querido entrar sino yo?' El guardián entiende que el hombre se
está acabando, y tiene que gritarle para que le oiga: 'Nadie ha querido entrar
por aquí, porque a ti solo estaba destinada esta puerta. Ahora voy a
cerrarla'."
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