No hubiera sido Juana
Echa un
ovillo, estrechando la criatura recién nacida contra su cuerpo, sabía que debía
tomar una decisión.
Su corazón
criollo latía apasionado. Había logrado ocultar el embarazo fingiendo un caprichoso
deseo por ver, una vez más antes de tomar los hábitos, la antigua hacienda del
abuelo. Y así, abandonó el convento y con su nana negra se refugió en la casi
derruida casona.
Pero no
había resuelto lo que iba a hacer.
Se imaginó
siguiendo los impulsos de su cuerpo, sacrificando los anhelos de su mente. Una
vez más, como lo hiciera tantas veces durante los últimos meses, consultó al
cielo estrellado. La bóveda oscura la bañaba con más interrogantes. Esa pequeña prueba de vida ¿resolvía o
incrementaba sus ansias de saber?
¡Si hubiera
sido niño! En él podría encarnar sus búsquedas y sus esfuerzos. El sacrificio
estaría justificado. En cambio, siendo mujer…
Miró con
tristeza a la bebé. Se la entregó a la
anciana esclava.
-Tú me
conoces, Nana. Juntas, únicamente viviremos humillaciones y desprecios. Como mi
madre. –Reprimió un sollozo y agregó: -Llévasela a la virreina. Ella prometió
cuidarla.
Dos meses
después, Juana regresaba al convento y a sus libros.
junio 2009
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