martes, 4 de febrero de 2014

Camus, Sartre, Algren: paralelismos y ficción en Los mandarines

La novela ganadora del Premio Goncourt de 1954, Los mandarines de Simone de Beauvoir, describe la atmósfera cultural y política que se vive en Francia durante la Guerra Fría. A través de un permanente diálogo colectivo muestra el dilema de los líderes intelectuales franceses de izquierdas -mandarines- que sentían y predicaban la necesidad de una nueva y auténtica moral fundada en la responsabilidad del hombre. Sostendrán diversos puntos de vista en torno a si deben y pueden, o no, mantener sus convicciones personales sin sacrificar su libertad y su compromiso de escritores al afiliarse a una, u otra,  o ninguna tendencia política.  Dilemas que no se circunscriben exclusivamente a esa época y que constituyen el apasionante eje de la novela.
Tiene como protagonistas a Enrique Perron (inspirado en Camus), y a Ana Dubreuilh (Beauvoire), esposa de Roberto Dubreuilh (¿Sartre?) quien funge como el otro intelectual -mandarín- clave. Los personajes femeninos (Paula, Nadine, Claudia, Josette y Lucía) en su mayoría reflejan mujeres que esperan dar sentido a su vida derivado de su relación con el amado y que se presentan en la obra como la mujer enamorada y abandonada, destructiva, autodestructiva; o la joven con posibilidades de acción muy limitadas y que se agita en una actividad frenética sin sentido; etc... Excepto, aparentemente, por Ana, sicoanalista de renombre, que se constituye en sujeto pleno. Ella vivirá con Lewis Brogan (Nelson Algren) la experiencia de la unión placentera, una historia de amor deseable y, a la vez, dolorosamente inalcanzable. Ella, como las otras, vivirá el desamor y la ruptura, la enfermedad, la desolación...
Con respecto a Los mandarines de Simone de Beauvoir, Ronald Aronson, en uno de los capítulos de su obra "Camus y Sartre: La historia de una amistad y la disputa que le puso fin", aclara:
Al haberse centrado en los intelectuales franceses de izquierdas entre la Liberación y 1948, la novela está llena de paralelismos entre Camus, Sartre, Beauvoir y Arthur Koestler, e incluye la dolorosa historia de una relación que se asemeja al idilio entre Beauvoir y Nelson Algren. Hoy en día, se lee como un roman à clef, una presentación codificada de los individuos, relaciones y situaciones de la posguerra -especialmente la ruptura de los dos escritores y el idilio entre Beauvoir y Algren. En algunas entrevistas de la época y en algunas páginas detalladas de sus memorias después, Beauvoir pone especial cuidado en resaltar la naturaleza ficticia de Los mandarines...
...Beauvoir quería que la novela se leyera como una obra de ficción, y para que esto fuera así, realizó algunas cosas que un lector contemporáneo habría notado enseguida. Los acontecimientos reales son trasladados cronológicamente mediante la superposición del relato de la desilusión  tras la Liberación con los esfuerzos de Robert y de Henri por crear una organización de izquierdas no comunista -cuando en realidad el RDR no comenzó hasta la Guerra Fría. La novela condensa en cuatro años una serie de acontecimientos que de hecho habían tenido lugar en un periodo de casi el doble de tiempo, y destila los conflictos políticos de la posguerra respecto a la izquierda en lo que en realidad no había sido un conflicto: si contaba o no al mundo lo de los campos soviéticos. Esta cuestión ficticia está, no obstante, ubicada en la realidad histórica del desencanto vivida tras la Liberación, y del poco margen de maniobra de Francia entre los Estados Unidos y la Unión Soviética. Cada uno de los cuatro personajes está basado en una persona real, pero sus creencias y acciones se desarrollan por motivos ficticios y no biográficos. La historia se convierte en una obra imaginativa tan rica y compleja que la conclusión no guarda relación con los individuos reales que habían servido como punto de partida. Al final, Henri y Robert se reconcilian y comienzan a trabajar en un periódico de izquierdas nuevo; Henri se casa con la hija de Robert y Anne, y los dos se convierten en padres.
Como ya se mencionó anteriormente, los personajes de la novela fueron inspirados por seres reales, conocidos en su momento. Y que se sintieron atacados (Camus) o traicionados (Algren). Por lo cual, respecto a Henri, Beauvoir comenta:
"...El júbilo de la existencia, la alegría de la actividad, el placer de escribir, he conferido todo eso a Henri. Se parece a mí al menos tanto como Anne, tal vez más."
"...Porque Henri, a pesar de lo que haya dicho la gente, no es Camus; en absoluto. Es joven, es moreno, dirige un periódico; el parecido se queda ahí. Evidentemente, Camus, al igual que Henri, era escritor, disfrutaba de estar vivo y se preocupaba de la política; pero comparten estos rasgos con muchas otras personas, con Sartre, conmigo. El lenguaje de Henri, sus actitudes, su caracter, sus relaciones con los demás, su visión del mundo, los detalles de su vida privada, sus ideas..., todas estas cosas se diferencian por completo de las de su pseudomodelo; la profunda hostilidad de Camus hacia el comunismo sería suficiente por sí sola -tanto en sí mismo como en lo que implica- para establecer un profundo abismo entre ellos; mi héroe en sus relaciones con el Partido Comunista y en su actitud hacia el socialismo, se parece a Sartre y a Merleau-Ponty, y no a Camus ni en lo más mínimo; y de hecho la mayoría de las veces son mis propias emociones, mis propios pensamientos que lo ocupan... La intimidad que existe entre Henri y Dubreuilh se parece mucho más a la nuestra con Bost que a la distante amistad que nos unía a Camus. He descrito (en Force of Circumstance) el modo en el que la pelea final entre Camus y Sartre era sencillamente el momento final de una larga discrepancia; la ruptura entre Henri y Dubreuil es tan diferente a la de ellos que había escrito una primera versión de ella en 1950, y le seguía una reconciliación que no sucedió entre Sartre y Camus. En cuanto fuimos liberados, sus posturas políticas ya comenzaron a separarse..." 
En cuanto a Lewis Brogan, es inevitable asociar toda la relación expuesta en Los mandarines, -desde la llamada telefónica de Ana hasta el doloroso rompimiento motivado principalmente por la incapacidad de ella para terminar la relación con su esposo y elegirlo-, con la historia vivida por Simone y Nelson Algren; no sólo porque Simone le dedicó esta obra a él, sino porque ambos lo reconocieron en diferentes momentos. Y  porque existen, como evidencia, las cartas que se mandaron uno al otro -y los diarios y biografías de ella- donde comentan detalladamente su apasionada relación.
Volviendo a las "intenciones" de Beauvoir en esta obra -con respecto a Camus-, Ronald Aronson agrega que:
  ...Beauvoir quería que esta obra de ficción manifestara experiencias y conflictos auténticos, pero no con cualquier correspondencia exacta de las vicisitudes de personas reales como Camus. ¿Arrastró Beauvoir a éste por el lodo como insistían sus partidarios? Incluso si el argelino, como víctima de un ataque de Sartre, no podía evitar ver a Henri como una representación suya, éste emerge como un individuo sólido cuya evolución personal y política es tal vez el hilo argumental más fuerte de la novela. Al final, integra de manera satisfactoria las tensiones que le habían estado guiando: combina el deseo de vivir felizmente con la comprensión de que no se puede evitar actuar para hacer del mundo un lugar mejor. Respecto a los sentimientos y a la perspectiva, es bastante màs atractivo que Robert, que tiene una respuesta filosófica para cada cuestión pero que no tiene subjetividad y resulta muy poco real. Las trasgresiones de Henri -la infidelidad con su amante Paula, el coqueteo con una bellísima actriz que ha tenido un idilio con un oficial alemán y las mentiras en el juicio para salvarla- no se hallan en el contexto de la novela en absoluto como errores, sino como etapas de la auténtica evolución política y moral de un individuo. Incluso si Camus insistía en verse reflejado en Henri, podría haberse dado cuenta de que Beauvoir le recompensaba con un final feliz, una reconciliación imaginaria con él, le llevaba a "su" familia, y le situaba junto a su antiguo antagonista para que trabajaran juntos en un semanario de izquierdas no comunista.
Tomé la información y opiniones de Ronald Aronson pero hay muchísimo más, expuesto por él, que dejé en el tintero. Habría que consultarlo y, por supuesto, releer esta maravillosa novela.

"Camus y Sartre: La historia de una amistad y la disputa que le puso fin" por Ronald Aronson.   (Cap.9: Recuperan la Voz; págs. 244 a 247) 

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