sábado, 25 de enero de 2014

La extraña invitada de Simone

¿Por qué Francisca tenía tanto interés en Javiera?
Una mujer de treinta años. Exitosa profesionalmente. Feliz con la relación de pareja que desde hace ocho años tiene con Pedro. Orgullosa de sí misma.
Si quisiéramos encontrar dentro de la novela un motivo, una justificación expresa, para el interés manifiesto por Javiera, probablemente tendríamos que aceptar los débiles e ingenuos argumentos en que se apoya Francisca cada vez que surge alguna contrariedad en el trato mutuo, que podrían englobarse en "compasión".
Francisca se siente incapaz de decepcionar a Javiera, pues "ella me admira, me idolatra". También le mortifica pensar que la pobre chiquilla va a desperdiciar su  "potencial" -nunca descubierto- si vive lejos de París. Por lo cual, es imperioso que ella y Pedro se conviertan en sus benefactores. Con el inevitable compromiso de soportar sus caprichos, egoísmo, irritación, mal humor, volubilidad, demandas de atención, etc.
El juego del deseo se inicia. 
La joven, apática ante lo que le presentan pero con una vitalidad y energía sorprendente, es el cebo y el reto. Y todo deviene en celos que los intentos de seducción de Pedro, a quién Javiera mantiene a distancia, provocan en Francisca.
La admiración de Javiera ya no le es suficiente. Ahora, aunque no lo reconozca, anhela algo carnal. Y se lo oculta a sí misma bajo el disfraz de insatisfacción en la relación del trío, generada por Javiera al resistirse a corresponder a Pedro. Deseo que Francisca considera no sólo natural en él, sino inevitable y al que le sigue cuidadosamente la evolución. E incluso propicia. 
Cuando los celos debieran esfumarse (pues con la ansiada posesión, el interés y la tensión pasional desaparecen), surge el odio... y las justificaciones para el alejamiento, la venganza e incluso la supresión definitiva de quien ha llegado a ser, para Francisca, la imagen de su crimen en carne y hueso.

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