¿Sería Hoy?
Por más temprano que Niña se levantara, siempre, al abrir la
puerta, para intentar salir, se encontraba con que la bruja ya estaba sentada
en medio del camino. Con sus ojos ciegos dirigidos a ella. Entre retadores y
amenazantes.
Entonces Niña miraba largamente al exterior, codiciando todo
lo que imaginaba del otro lado, fuera de su alcance. Y con gran pesar volvía a
cerrar la puerta, sin perder la esperanza de que mañana fuera diferente, ya fuese porque
ella se levantara más temprano que la bruja o que ésta desistiera.
Niña resolvió ver la televisión; como todos los días. De
nada le servía espiar por la ventana, sabía que la bruja no se retiraría de su
sitio hasta que ella se vistiera para dormir. Y no había truco capaz de
engañarla.
Entonces buscó el sillón más cercano a la cocina. El control
de canales estaba en la mesita de junto. Lo tomó con curiosidad. ¿Funcionaría
hoy? Presionó el botón de encendido. La imagen nítida de una bailarina de
ballet apareció en la pantalla recorriéndola en permanente movimiento como una
abeja encerrada en una caja de vidrio. No se sorprendió cuando el televisor se
activó de inmediato, pero tampoco la hubiera sorprendido que la tele no se hubiese
encendido: No dependía de ella el que el aparato funcionase. Pero, como no se
prendía por sí mismo, sabía que debía intentarlo.
Contempló un rato las imágenes que arbitrariamente aparecían
en la televisión. No se atrevía a intentar cambiar de canal y mucho menos a
apagarla. Sólo dios sabía qué podía ocurrir. Tal vez algún canal educativo o
cultural se apoderase de la pantalla y debiera soportar inagotables sesiones de
gimnasia…
Niña decidió hacer lo de costumbre. Se quitó las cómodas
sandalias y subió ambas piernas al sillón. En algún lado, la casa de junto tal
vez, alguien hacía ruido. Giró la cabeza en esa dirección: sí, el vecino iba a
salir. ¿Lo detendría la bruja?
Niña vio de reojo que afuera llovía. Impermeable y paraguas aguardaban
en el perchero, junto a la puerta. ¿Sería
ésta la oportunidad esperada? Pronto la amplia avenida se llenaría de agua
y arrastraría las hojas y los residuos de basura que yacían en las banquetas.
Se abrirían caminos nuevos para quien tuviese la audacia de explorarlos. Es el momento de salir, decía el
conductor del programa, como si adivinara los pensamientos de Niña. Y el
público coreó la broma.
Todos sabían que nadie, ni siquiera las brujas más
ortodoxas, soportarían esa lluvia torrencial a la intemperie. ¿Para qué quieres el control de la
televisión si no lo usas? Más risas. Úsalo,
úsalo, aullaban los telespectadores detrás de la pantalla.
Úsalo, repitió
Niña como un eco, con la cajita negra entre sus dedos. ¿Cuándo dejará de llover? Pensó. Y sin remordimiento, totalmente
despreocupada de evadir a su perene rival, dejó sus manos a merced del control.
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