viernes, 3 de agosto de 2012

Sombras de corazón

Cuando la sombra despertó, no supo lo que había pasado, ni dónde se encontraba, ni el tiempo que había transcurrido.
Estaba entumecida y temblaba. De su antigua fortaleza y orgullo no quedaban huellas, pero en este momento todavía lo ignoraba.
Aunque el conocido frío la envolvía, sentía que algo no era igual. Recordaba aquel urgente anhelo de fundirse y, ahora lo comprendía, en aquella fantasía estaba la raíz de su desconcierto.
Titubeó. Intentó enderezarse a pesar de lo débil que se hallaba. Algo más fuerte que su propia conciencia le demandaba resistir.
¿Resistir? ¿A qué? ¿Por qué? ¿Para qué?
Ni el mínimo destello se percibía a su alrededor. Nada con qué asociar la incertidumbre o el desaliento; la pérdida; el vacío. Nada que la incitara a sobrevivir...
¿Existía algo así, abrumadoramente luminoso, o simplemente lo había imaginado? Intuía que en la respuesta encontraría la clave para recuperarse y la motivación para decidir su comportamiento futuro. 
Por lo pronto debía averiguar si existía aquello que su memoria se negaba a rechazar, si era real, concreto y tangible,  y no una alucinación inexplicable. 
¿Fue un engaño todo lo que experimenté? Se preguntaba la sombra con incredulidad, más dispuesta a aceptar un error de sus sentidos que lo contrario: esto es, que el universo conspirara contra ella, inofensiva criatura.
Pero la violencia con que la fusión casi la había aniquilado era una evidencia irrefutable. ¿Y a propósito de qué se había generado todo aquello? ¿De qué se la culpaba? ¿De amar la verdad y pretender la belleza? Eso no podía considerarse un delito, concluyó. Debe haber otra explicación.
La sombra, abrigada entre los huecos de la caverna, respiró con suavidad. Estaba en sus espacios habituales, guarecida de riesgos y sobresaltos. Menos frágil, menos atemorizada. Somnolienta, cansada, viva. La imprecisa sensación de ser indestructible hizo vibrar levemente su corazón, al principio. Después los latidos se normalizarían; lograría arrastrarse y alimentarse. Se nutriría de los recuerdos primarios... 
Resurgiría como el ave fénix... sería invencible... audaz... 
Saldría nuevamente, decidió, segundos antes de que el sueño la cobijara protector y le impidiera ver, al menos por el momento, que la claridad del día iniciaba su implacable ronda por el firmamento.

Elsa Beatriz Garza


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