sábado, 28 de julio de 2012

Componiendo rompe cabezas

La niña seleccionaba con el tin marín los fantoches que habrían de estallar primero.
Él se divertía de otra forma: Los armaba.
A uno le ponía las manos largas y finas de la abuela, los ojos rasgados del papá, la nariz menuda del tío, la boca de labios finos (o carnosos) de... la mamá, el abuelo, el bisabuelo, la tía...
Las combinaciones parecían infinitas; al principio. Cada creación recibía aplausos y comentarios entusiastas de todos quienes se veían reflejados en la nueva creatura y se enfrascaban en adivinar los parecidos.
Pero después de un tiempo, él empezó a sentirse insatisfecho. Algo faltaba. O sobraba. A pesar de sus esfuerzos, el resultado parecía totalmente predecible, además de carente de originalidad. Y para un artista, esto ya es un terrible crimen.
En un impulso repentino, frenético e incontrolable, con una serie de manotazos violentos y sin sentido, arrojó los componentes al suelo. Tan lejos como su furia logró aventarlos.
Muchas de las piezas se hicieron pedazos, algunas se perdieron, todas se mezclaron... Aquello era el caos. No sólo reunir las partes que pertenecían al mismo conjunto se veía como tarea improbable, Sino que las piezas más dañadas fueron las que integraban la estructura interior, por ser más delicadas y sensibles.... Ésas eran imposibles de reparar...
El reto que debía enfrentar ahora, si pretendía continuar con su tarea creativa, al principio le pareció insoluble, hasta que decidió escoger de entre las dos opciones la tercera: y abandonó las reglas. Esta decisión le pareció fresca y atrevida; por tanto, valiosa: armaría lo que pudiera, con las piezas que tuviera a mano, sin constreñirse a ningún modelo o composición equilibrada.
Así, mientras algunos tenían paciencia, testarudez, optimismo, al doble, a otros les faltaba imaginación o alegría, o las tenían en tan pequeña proporción que más parecía un deseo que un don verdadero.
El experimento le resultó sorprendentemente divertido, pero lo que lo convenció de adoptarlo como definitivo fue cuando descubrió el entretenimiento adicional que le reportaba: en un intento sui géneris por perfeccionarse, (qué locura) las creaturas se esforzaban por intercambiarse o compartirse las piezas faltantes o equivocadas... E incluso surgieron entre ellas lazos de solidaridad que no existían en los patrones originales...

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