martes, 16 de abril de 2024

"Rómulo, Remo y Rima reman con ramas" y otras (des)figuras...

Pues ya está visto que lo mío, mío, no es la rima. Y de allí a la poesía, a la verdadera, la de nuestro tiempo, que atribuye a Walt Whitman (1819-1892) reintroducir el verso libre en la poesía norteamericana y a William Carlos Williams (1883-1963) el ver en las cosas diarias y el lenguaje cotidiano la materia del poema, hay mucho camino por andar.

Sólo que estas dos aportaciones, por sí solas, no definen ni explican la poesía. Como tampoco la engloban las consideraciones formales, temáticas y sonoras que ayudan al poeta a expresarse.

El uso de recursos del lenguaje: figuras de pensamiento, de dicción, de construcción, es tan común en la vida diaria que las empleamos sin darnos cuenta: ironía, antítesis, paradoja, hipérbole, metáfora, comparación... entre las de significado; aliteración, anáfora, concatenación, retruécano... de repetición; y pleonasmo, hipérbaton, polisíndeton entre las de construcción.

Incluso normalizamos algunas expresiones, como las de Chespirito: “Como digo una cosa, digo otra”, “Fue sin querer queriendo”, “Se me chispoteó”; las de Cri-Cri que hace actuar como personas a animales y cosas: “Coman mosquitos cuara cua cuá,” dice la mamá patita al regresar del mercado. Las adivinanzas recurren frecuentemente al uso de repeticiones, comparaciones y juegos de dicción: “Te la digo y no la entiendes; te la vuelvo a repetir”, “Oro no es. Plata no es” (ambas son calambures: tela, plátano). Cuando exageramos: “Tiene un millón de ideas”, “Un hombre a una nariz pegado”; al usar la frase con intención diferente a la común, en sentido figurado: “Está muerta de envidia”, “el tiempo es oro, como pez en el agua, eres la luz de mi vida”. También en frases en las que alteramos el orden habitual de las palabras y hasta omitimos algunas: “La suerte de la_fea, la _bonita la desea” (mujer). Hasta cuando imitamos sonidos: kiquiriki, tic-tac, toc-toc, ring-ring (onomatopeya). Y en los trabalenguas: Pablito clavó un clavito... y chistes: “Un cuchillo le grita a una cuchara que pasaba por la calle: “Ey, cuchara”; como la cuchara no le contesta, el cuchillo dice: “parece que no escuchara”.

Captamos el mensaje sin mayor problema, pero no ponemos atención a la forma en que se transmitió: Las reglas sintácticas, la selección de vocabulario, las estrategias, los procedimientos, los recursos, los símbolos, los significados...; aspectos fundamentales en la realización de un poema.

Ese tipo de expresiones modifican el uso normal del lenguaje, ligeramente y no por error o para deformarlo sino con la intención de realzar una imagen, una idea, una emoción. En los poemas estos propósitos a veces se logran con la repetición de una palabra (al principio o fin de un verso o entre versos), o un sonido; otras, cambiando el orden “lógico” de alguno de los elementos; o agregando, o suprimiendo, enlaces o formas verbales; alterando algún vocablo; introduciendo expresiones coloquiales. O dando al vocablo un significado diferente al literal, lo que nos hace pensar en si es una comparación, se asocia con algo, simboliza otra cosa o, ya de plano exagera, se burla o está en clave.

Un ejemplo de retruécano (repetir una frase en sentido inverso) de Sor Juana Inés de la Cruz:

¿O cuál es más de culpar
aunque cualquiera mal haga
la que peca por la paga
o el que paga por pecar?

De Antonio Machado una concatenación (encadenamiento):

Todo pasa y todo queda
pero lo nuestro es
pasar, pasar haciendo
caminos, caminos sobre la mar.

De Luis de Góngora y Argote una antanaclasis (usar la misma palabra, pero con significados diferentes: cruzado y escudo eran monedas) y calambur:

Cruzados hacen cruzados
escudos pintan escudos
y tahúres muy desnudos
con dados ganan condados...

La Retórica permite estos “usos” si son un acierto al comunicar, pero cuando estorban son un vicio que hay que evitar. La repetición de sonidos dentro de un enunciado, por ejemplo: "Rómulo, Remo y Rima reman con ramas", si es intencional es aliteración, pero como vicio es cacofonía, por tanto, indeseable y hay que cambiar la palabra, el sonido, o expresar la idea de otra manera.

Tres tristes tigres comen trigo en un trigal” sería ¿aliteración, o cacofonía? Según se mire; hasta podría ser una figura de pensamiento y no de repetición. Es como la usó el cubano Guillermo Cabrera Infante (1929-2005) que a su novela ganadora del premio Biblioteca Breve Ed. Seix Barral 1964, la tituló “Tres tristes tigres” asociando su percepción de la realidad cultural de Cuba en esos momentos, con la dificultad que presupone el concepto trabalenguas.

Para finalizar transcriboLa ausente” un poema escrito por el mexicano Efraín Huerta en 1935, cuando tenía 21 años y que forma parte de su poemario "Absoluto amor" publicado unos cuantos años antes de "Los hombres del alba" (1944) poemario con el que marca una ruptura con las formas poéticas utilizadas en ese tiempo.

Si intentáramos sobrevolar con un “dron” imaginario sobre ese campo intrigante y desconocido que es un poema, para ver si podemos sacar una foto aérea con alguna claridad ¿qué es lo que veríamos? O mejor ¿qué es lo que buscamos?

Como cuando vemos una pintura por primera vez. ¿Te fijas en la selección y equilibrio de colores, en la composición, en el tema, en el tamaño, en la habilidad del pintor, en la técnica, en los materiales, en la precisión para representar la realidad o abstracción del concepto, en si hay símbolos? Probablemente lo que vemos es la obra en conjunto; que puede despertar una emoción de agrado o no, dependiendo qué tan afín sea a nuestra sensibilidad. Y si somos entusiastas repararemos en los detalles, para valorarla más. Pero la necesidad de esta apreciación surgirá después de haberla visto.

Así también la poesía.

Si “La ausente” te dice algo en la primera lectura... valdría la pena hacer un zoom (acercamiento) para identificar la rima y alguno de los recursos utilizados.

La ausente

Arriba del silencio
con la luz en declive
mi retrato de niebla.
Puramente un clavel
y una gladiola. Y tú,
dominadora de ti misma,
aguja en mi cerebro,
síntesis de mi edad.
La meditación diaria,
como una resbaladiza
palabra de ternura,
se me clava en el pecho:
seguramente oye
la rapidez absurda de mi sangre
o el fin de tu recuerdo
sobre mi piel. Arriba,
donde las palabras se vuelven
pedazos de cielo, un algo
de mi muerte se siente.
Tiniebla tibia, dibujo
de mi voz.

Efraín Huerta (1914-1982)


P.D.: En estas páginas explican con claridad ¡y ejemplos! las figuras literarias. Muy completas. https://concepto.de/figuras-retoricas/#ixzz8XaYDnpSH y en https://concepto.de/figuras-literarias/#ixzz8XaYqcDdN



sábado, 6 de abril de 2024

Rimar trenzado; con Sor Juana, Lope, y Bécquer

Sor Juana (1651-1695), Lope (1562-1635), Bécquer (1836-1870)

¿Yo, rimar con ellos? Ni en sueños. Entre los cientos de poemas de distintos tipos que escribieron, sin contar sus otros escritos en verso, tendrán rimas trenzadas, encadenadas, abrazadas, cruzadas, pareadas, y, desde luego, las continuas. Con rimas consonante, asonante y versos blancos, libres y sueltos, en cualquiera de los patrones usados en su tiempo para la estructura y métrica de los poemas. Porque, ya se sabe, no es lo mismo un soneto que una rima, una glosa, una redondilla, un romance, una endecha... para cada uno hay características específicas. ¡Si lo sabían Sor Juana, Lope y Bécquer! Y yo, de eso de versificar... Nada. No sé siquiera si podría.

Encontrar una palabra que rime con otra, no parece difícil: buscas que terminen igual desde la vocal tónica, y ya. Pero componer versos, de los de verdad, de esos que riman con otros y además tienen sentido y generan alguna emoción o te gustan por lo que dicen... Es muy distinto.

Ningún maestro de español nos puso a hacer poemas rimados. Lo que el programa educativo pedía era identificar en los poemas la métrica (Arte mayor o menor); la rima (consonante, asonante, libre); y el patrón de rimas (AAAA; AABB; ABBA, ABAB...). No sé para qué.

Me imagino cómo hubiese sido una clase aplicando, junto con las figuras del lenguaje y del pensamiento, los patrones para rimar.

El maestro empezaría ordenando una estrofa con Rima Continua; consonante. Pues son de los versos más fáciles, todos terminan igual. (aaaa)

Intento:

Yo no sé qué quería
el día que te ve
ía
mirando la lejan
ía
sin comer tu sand
ía...

De seguro pediría que continuáramos con los de Rima Pareada. ¿asonante o consonante? Creo que no importa con tal que vayan de dos en dos: (aabb)

¿Podrá ser asonante?
Pregunté sin mir
arte
Y tú te sonre
íste
y así ¡me confund
iste!

Seguiría con un reto algo complejo: Rima Cruzada. Ahí sí hay que ponerse serios. Todos los versos pares tendrán la misma rima. Y los impares también rimarán sólo entre ellos. (abab)

Entonces la tristeza
que alberga mi coraz
ón
encuentra que es pro
eza
cantarte esta canci
ón.

¿Y qué tal la Rima Abrazada? Más complicada: en un cuarteto, los versos de los extremos se emparejan uno con otro, mientras que los dos versos de en medio riman entre ellos. (abba)

Dirán que no te quiero
Dirás que me olvid
é
Yo sé que no soñ
é
No te debo din
ero.

Aunque le metí bastantes ganas, no creo que el maestro de rima me hubiera dejado llegar a este nivel. Quizás me habría sugerido, desde la malograda rima de sandía, amablemente y sin correrme (no como hizo el de canto cuando la prueba de solfeo), que intentara otra cosa.

Porque sí, todavía falta la Rima Trenzada, que es todo un reto. No se trata de cuatro versitos tontos con rima no consecutiva como la cruzada, sino que, además, debe de conectar varias estrofas siguiendo un patrón más elaborado: ABA-CBC-DCD-EDE... ¡Y con métrica! Porque sí, son de Arte Mayor o Menor.

¡Santo cielo! Mejor ni intentarlo.

Tampoco los de Rima Encadenada, también complejos. Apenas Sor Juana, que escribía Romances, octosílabos con rima asonante en los pares, y los impares sueltos.

¿Y si para terminar me copio unos cuantos versos del prólogo de sus Obras (2a edición) publicado en 1690?

No todos los sesenta y cuatro, claro. Tantitos del principio (pues siento que se aplican a mi caso, a mi fallido esfuerzo por rimar) y los últimos cuatro porque... Porque la autora de las Redondillas es simplemente genial; ¡hasta para disculparse!

Estos versos, lector mío,
que a tu deleite
consagro,
y sólo tienen de buenos
conocer yo que son
malos,
ni disputártelos quiero,
ni quiero
recomendarlos,
porque eso fuera querer
hacer de ellos mucho
caso.


Y adiós, que esto no es más que
darte la muestra del
paño:
si no te agrada la pieza,
no desenvuelvas el
fardo.

Sor Juana Inés de la Cruz

viernes, 29 de marzo de 2024

Lero, lero... candelero. Rimar, cosa de niños.

No sé si eso sea cierto.

Si hacer rimas sea muy sencillo para los niños. Si así fuese, entonces encontraríamos que en todas las épocas y en todos los idiomas se da y ha dado la rima como una forma natural de expresión oral.

En tal caso, debe haber surgido desde la prehistoria, cuando los primeros seres humanos se las ingeniaban para comunicarse entre sí con algo más que gestos y señales. Es decir, al asociar los sonidos que emitían espontánea o inadvertidamente con la acción que se encontraban realizando. Y seguramente los volvían a repetir en otro momento similar.

Y al momento que esos sonidos evolucionaban para convertirse en lenguaje, probablemente algunos fueron usados para ocultar el furor de una tormenta o inducir la calma y se repetían entonados, en susurros breves, o se musitaban con ritmo lento, cadencioso..., como primitivas canciones de cuna.

Tal vez sí; tal vez no. ¿Quién puede asegurarlo? Lo que es innegable es que las canciones de cuna son melodías dulces, con ritmo y métrica definida con las que se arrulla a los niños y dada su sonoridad y repetitividad lo familiarizan con su lengua materna y quizá lo enlacen con la poesía.

La inasible, indescriptible, poesía. La que hasta renombrados poetas intentaron conceptualizar fuera de los esquemas convencionales que la estructuran en versos y estrofas con métrica, rima, ritmo, perfectamente delimitados.

Entre tantos otros, cómo no recordar la Rima de Bécquer:

“¿Qué es poesía?, dices mientras clavas / en mi pupila tu pupila azul. / ¿Qué es poesía? ¿Y tú me lo preguntas? / Poesía… eres .

O la preceptiva poética de León Felipe:

Deshaced ese verso. / Quitadle los caireles de la rima, / el metro, la cadencia / y hasta la idea misma. / Aventad las palabras, / y si después queda algo todavía, / eso / será la poesía”.

Por eso, porque su esencia es la del arte mismo y corresponde al artista desentrañarla, me limito a la rima. Esa repetición, juego de niños, de sonidos, sílabas o vocales, a la que recurrimos cuando la simple idea, la emoción, el momento, nos exigen destacar algo que la palabra sola no alcanza a capturar. Cuando en son de burla o reto le cantamos “Lero, lero, candelero...” a quien no logró alcanzarnos, o con ternura entonamos “A la rurru niño, a la rurru ru...” al pequeño que queremos tranquilizar.

Pero dado que la repetición se da en cualquier forma de expresión oral y escrita, vale la pena recordar o revisar las diferencias más “visibles” entre prosa y poesía. A grandes rasgos, si a simple vista comparamos uno y otro texto escrito, identificamos la prosa por los renglones escritos que van de extremo a extremo de la hoja mientras que en el poema la extensión es irregular, variable; la medida del verso podría darse por la cantidad de sílabas. En la prosa, los renglones se continúan en párrafo hasta que la idea está completa. En el poema, los versos se agrupan en estrofas y la cantidad, tanto de versos como estrofas, dependerá del criterio del escritor o del modelo de poesía en que se inspira.

Con estos pocos elementos, verso, estrofa, métrica, rima y la aclaración de que tanto en poesía como en prosa hay recursos literarios que bien usados mejoran la comprensión o el deleite de cualquier texto, pero un mal uso se convierte en obstáculo, defecto, vicio que entorpece y desanima, volvamos a la rima.

En cada una de las expresiones “El que se fue a la Villa perdió su silla”, “El que se fue a Torreón perdió su sillón” y en “Me salió verso sin esfuerzo” con facilidad identificamos dos palabras que riman pues todos los sonidos desde la última vocal tónica se repiten: Villa con silla; Torreón con sillón; verso con esfuerzo. Pero, aunque dos palabras rimen, como en estos casos, no necesariamente se trata de versos o de poesía.

En poesía, la rima o concordancia, puede ser consonante, asonante o libre; según los fonemas que se repitan en dos o más versos a partir de la vocal tónica de la última palabra del verso.

La rima consonante o perfecta se da cuando son iguales todos los sonidos, vocales y consonantes, a partir de la vocal tónica de las palabras en rima. Así ÚNICA y TÚNICA tienen rima consonante, sus sonidos son idénticos, a partir de la Ú.

En la rima asonante, o vocálica, la concordancia de sonidos es sólo con las vocales. Por tanto, ÚNICA tiene rima asonante con ÚLTIMA, SÚPLICA, y MÚSICA, pues tienen los mismos fonemas vocálicos (u-i-adesde su vocal tónica Ú y al menos una consonante diferente.

El poema “Un soneto me manda hacer Violante” de Lope de Vega (Fénix de los Ingenios, Monstruo de la Naturaleza), es una muestra de la poesía del Siglo de Oro español: versos de Arte Mayor, endecasílabos; rima consonante con esquema ABBA ABBA CDC DCD; además de una estructura simétrica, equilibrada, conforme a las preceptivas poéticas de ese momento.

Un soneto me manda hacer Violante
que en mi vida me he visto en tanto aprieto;
catorce versos dicen que es soneto;
burla burlando van los tres delante.

Yo pensé que no hallara conson
ante,
y estoy a la mitad de otro cuarteto;
mas si me veo en el primer terceto,
no hay cosa en los cuartetos que me espante.

Por el primer terceto voy entrando,
y parece que entré con pie derecho,
pues fin con este verso le voy dando.

Ya estoy en el segundo, y aun sospecho
que voy los trece versos acabando;
contad si son catorce, y está hecho.

(A)
(B)
(B)
(A)

(A)
(B)
(B)
(A)

(C)
(D)
(C)

(D)
(C)
(D)

Posteriormente la poesía tomó otros cauces como hemos visto en los poemas de Bécquer y León Felipe: con rima asonante y verso libre. Además de otros recursos literarios y licencias poéticas que usan los escritores, pues no puedo evitar preguntarme si realmente era azul "la pupila" (no las pupilas), o se trató de buscar la rima vocálica con".

Sin desaparecerla, el poeta transforma la rima hacia un plano donde las imágenes y las sensaciones creadas para despertar emociones en los lectores se perciben menos forzadas, con naturalidad.

Pero la rima sigue viva y actualmente toma fuerza con el Rap. Este género musical, que influye en la cultura y la sociedad de todo el mundo, surgido a fines de los años setenta del siglo pasado, se apoya en la voz (como desde hace cientos de años lo hacían los griots en África) y con música de fondo acompaña rimas y poesía recitada.

Rimar... Cosa de niños. ¡Desde siempre!



martes, 26 de marzo de 2024

El infame Ricardo III de William Shakespeare

¿Quiénes fueron Shakespeare y Ricardo III? ¿Y qué motivó al autor a convertirlo falsamente en el peor de los villanos?

La historia verdadera en que se inspira William Shakespeare (1564-1616) para escribir la tragedia histórica “La vida y muerte del rey Ricardo III”, finalizó en la batalla de Bosworth en 1485. En ella se enfrentaron dos hombres jóvenes que se disputaban la corona de Inglaterra y Gales. El dos años antes coronado rey, Ricardo III de 32 años con quien termina la dinastía York, contra quien sería Enrique VII, de 28 años de edad, vencedor y fundador de la dinastía Tudor.

Ciento seis años después, en pleno renacimiento, se representa la obra de Shakespeare en la que se nos muestra al protagonista como un personaje malvado, astuto, ambicioso, cruel, intrigoso, cobarde, asesino, además de deforme físicamente. Un verdadero monstruo indigno de vivir, ya no se diga de reinar o aspirar legítimamente a dirigir el destino de un reino como en el que se había convertido el encabezado por los Tudor: Enrique VII, Enrique VIII (el anglicano de las seis esposas) y sus cuatro sucesores; de los cuales la sexta y última de esta dinastía era Isabel I, reina desde 1558.

Shakespeare, Shakespeare... Su nombre me ha sido familiar desde niña. Lo asocio con un librero inaccesible en el colegio (de madera, encristalado y con llave), del cual la religiosa sacó con gran cuidado, como si fuese muy valioso, un libro grande que puso sobre la mesa donde yo, no sé si con la reverencia adecuada, pero asombrada por los grabados que lo ilustraban, lo hojearía ese día en que mi papá tardó demasiado en recogerme.

En ese volumen (probablemente Lecturas Clásicas para Niños, editado en 1924 por José Vasconcelos), conocí las versiones adaptadas de El Rey Lear y La Tempestad, de Shakespeare: La crudelísima historia de Cordelia; y el aterrorizante relato (cuyo desenlace erróneamente imaginé cruel o sangriento, como el de Lear, pues no terminé de leerlo) del mago que intenta vengarse de los tripulantes de un barco creando la tormenta para que zozobren.

Tiempo después leería, o vería puestas en escena o cine, más de sus obras. ¡Shakespeare es tan popular...! Romeo y Julieta, Sueño de una noche de verano, El mercader de Venecia, Hamlet, Otelo...

No me detuve a juzgar su mérito en ellas. Mucho menos intenté descubrir al autor tras la obra. Para mí era un escritor inglés con un montón de reconocidas obras de teatro (38), entre ellas tragedias históricas como Ricardo III, el de la memorable frase “¡Mi reino por un caballo!”

A temprana edad, también, me enteré que se cuestionaba la verdadera identidad del “bardo inglés”. Consideré que aunque el auténtico no hubiese sido quien había nacido y posteriormente muerto en Stratford-upon-Avon, por su improbable conocimiento sobre detalles de la vida cortesana y de Italia de los que están pobladas sus obras, no se requiere tener la certeza de la autoría para valorarlas. Si Shakespeare era, o no, un prestanombres, o tras su nombre se ocultaba otro autor o asociado, eso justificaba algunos errores en la cronología de las tragedias históricas, pero equivocar un dato o desconocerlo tampoco es tan grave. En ocasiones el reacomodo es intencional, por motivos de estructura del relato. Así, minimicé la ignorancia y las inconsistencias culturales atribuidas al llamado Cisne de Avon.

Cuando vi “Looking for Richard”, el documental de Al Pacino de 1996 (apegado en su análisis a la obra dramática de Shakespeare), sentí que finalmente conocía la parte histórica de la obra (los treinta años de La Guerra de las Dos Rosas: Lancaster contra York y todo eso), los personajes con sus perversas maquinaciones para obtener el poder y el periodo cultural, isabelino, de cuando se escribió Ricardo III.

Anonymous, por otra parte, la película seudohistórica de 2011, que postula a Edward de Vere (1550-1604), conde de Oxford, como el auténtico dramaturgo inglés con un móvil político, me forzó a cuestionar: ¿Hay suficientes evidencias de que en la Edad de Oro del renacimiento inglés, en 1601, un dramaturgo intentó movilizar al pueblo, para apoyar la rebelión de Essex, con su obra de teatro Ricardo III, al cual muestra falsamente como jorobado, usurpador, asesino y cobarde, en clara referencia al consejero Robert Cecil (él sí jorobado), a quién pretendían destituir pues influía en la decisión de la reina Isabel I para nombrar su sucesor al trono?

¿No es más creíble que al Shakespeare, productor de espectáculos, le interesara más reforzar la imagen de monstruo ambicioso aplicada al último rey de la dinastía anterior, imagen que había surgido y se consolidaba desde la muerte del mismo, para mantenerse en el favor de los Tudor y después de los Estuardo? A partir de 1603, tras asumir Jacobo I la corona inglesa, la compañía de actores de Shakespeare será conocida como King´s Men (Hombres del Rey).

No sé. Cualquiera de las dos razones, móvil político o económico, justifica el uso de licencias creativas. ¿Pero, hasta dónde es aceptable que utilicen tu nombre, te llames como te llames: Richard o William?

Actualmente se puede encontrar información que indica que Ricardo III lejos de ser el despreciable ser que en el teatro nos ha cautivado con su maldad, estaba más cerca de los hombres de su época y posiblemente sería un desconocido más, de no ser por Shakespeare. Si bien se le atribuye la muerte de sus sobrinos ¿acaso los Tudor no ejecutaron a familiares: Ana Bolena, Juana Grey, María Estuardo, entre otros?

No fue usurpador; y sí valiente guerrero. Según las crónicas de Bosworth Field, cuando lo desmontan y matan brutalmente atravesaba las líneas enemigas buscando enfrentarse con Enrique, su rival. Ese 22 de agosto, anticipándose a la contienda bélica había expresado: Hoy, venzo o muero como rey. Por ello, Shakespeare, en todas sus obras de la tetralogía de la que Ricardo III forma parte, lo trata de valiente y lo hace decir: “Mi reino por un caballo...” con la intención clara de para continuar luchando. Esta frase, como bien sabemos, será tergiversada; pero no fueron sus últimas palabras, sino: “traición, traición, traición”.

¿Hablaba de la literatura?

lunes, 18 de marzo de 2024

Decíamos ayer... La Tilde y las Tritónicas

Decíamos ayer...”

Ayer... o antier, o ante antier. No recuerdo bien que día fue cuando comenté sobre la tilde y el hiato. Porque este texto no es sobre la famosa locución atribuida a Fray Luis de León al retomar su cátedra de Teología en la Universidad de Salamanca en 1576 tras pasar cinco años en la cárcel procesado por la Inquisición. Tampoco sobre Marie Curie, de quién se dice inició con ella la clase de Física que le concedió la Sorbona en 1906 para sustituir a su recién fallecido esposo Pierre Curie. Ni sobre Miguel de Unamuno que en 1931 la usa en su discurso al recuperar su puesto como rector en la Universidad de Salamanca, después de seis años de destierro a causa de la dictadura de Primo de Rivera.

No. Esa grandiosa frase: Decíamos ayer, que atribuida a excepcionales seres humanos simboliza el triunfo sobre sus rivales, un íntimo homenaje al ser amado o la lucha contra la opresión, y que al volverse emblemática se interpreta como “la continuidad del pensamiento a pesar de las adversidades”, en mi caso es muy modesta. No pretende alcanzar tampoco la altura de Quevedo quien la introduce a la literatura en 1627, en su obra satírica Sueños y Discursos: “Poderoso caballero es don Dinero, como decíamos ayer” en clara referencia a su “letrilla satírica” escrita en 1620.

Mi expresión pretende retomar una reflexión sobre la utilidad de la tilde ortográfica, diacrítica y enfática, cuya función principal es ayudarnos a pronunciar correctamente cualquier palabra escrita; pues hay que recordar que el español se escribe como se pronuncia, por consiguiente: se lee, o debe leerse, como se escribe.

Decíamos ayer..., que la mayoría de las palabras de nuestro idioma, graves o agudas, no llevan tilde, pues el principio de economía dictamina que “sólo llevarán acento gráfico las palabras que presentan los patrones acentuales menos frecuentes”. Y en esos dos grupos, hay pocas palabras agudas que terminen en N, S o vocal; y todavía menos palabras graves que terminen en vocal o en consonante diferente a N o S. De ahí que ésas sean las palabras que sí se acentúan. (Aparte de excepciones e hiatos).

Hasta aquí nada parece tener problema. Incluso podría creerse que usar acento es innecesario; aceptable en palabras desconocidas, que jamás hemos escuchado o leído, o que provienen de otros idiomas. Quizá tampoco se justifique usarlo para distinguir función gramatical o dar énfasis si el significado del vocablo se puede entender con claridad en el contexto. Pero estoy convencida de que, en el caso de muchas palabras parónimas, especialmente de las tritónicas, la falta de tilde complicaría la comprensión y crearía confusiones innecesarias, entorpeciendo la lectura.

¿Empezamos con definiciones o sólo ejemplos?

En muchos textos y canciones se dan interpretaciones maliciosas o divertidas, debido a la ambigüedad provocada por el uso de palabras con varios significados (polisémicas) o muy parecidas entre ellas (parónimas). Puras madres -me enseñaron en la escuela- de Gloria Trevi, juega con un primer significado de pureza y religiosas, contra el de “solamente majaderías”. En otras, el doble sentido no se sostiene, si el acento determina el significado: “Lo que quiero es tomar . Pues tomando té me duermo (Porque el café quita el sueño) Y una vez que té tomé. Todo el tiempo quiero estar tomando té, tomando té. 

En realidad, aunque yo puse acento para sugerir la infusión, la canción Tomando te, de Chava Flores, no se refiere a la bebida sino al pronombre personal por lo que no lleva tilde, además de unirse como sufijo en algunos casos: tomarte, tomándote.

Como vemos, un acento hace diferencia. No es lo mismo canto (guijarro) que cantó. Ni apodo que ápodo (sin pies 1). Pero ya en plan serio, las tritónicas -que son tan parónimas como la que más-, son extraordinarias. Aparentemente, letra a letra, es la misma palabra, pero con tres pronunciaciones posibles... Y, por tanto, tres significados. ¿No es algo lindo?

Sin acento son graves; y cuando van acentuadas son agudas o esdrújulas. Hay que estar atentos a estos casos pues sin la tilde la IA no los detecta... No tiene forma de saber si me ejercito, hablo de un ejército, o alguien se ejercitó. Sugeriría error o podría poner acento, o dejarlo, equivocadamente. Veamos algunos ejemplos, un poco forzados, para concluir con la defensa del tema.

  • ¡El público! ¿Dónde estaba cuándo se publicó lo que yo ahora publico?
  • Con gran júbilo participo que me jubilo a menos de un año de que él se jubiló.
  • Pero no transitó en las horas en que sí hay mucho tránsito... Que es cuando transito habitualmente.
  • Es tan célebre que no creo celebre su cumpleaños como yo celebré el mío.
  • Dicen que yo circulo en contra, pero él también se confundió y circuló en círculo.
  • ¿Sabes quién habitó antes dónde yo habito ahora? Dejó su hábito, pero no el hábito de fumar.
  • Por Dios, ¡Me reclaman que me limité al tratar de poner un límite que verdaderamente limite!
  • ¿Quién hizo el depósito? ¿Quién depositó? Entonces, yo lo deposito. ¡Pero en mi cuenta! 
1.- Ápodo, sin pies. 
El lución (anguis fragilis) es un lagarto ápodo, sin patas, también conocido como "culebrilla de cristal" pues frecuentemente se confunde a este anfibio con una serpiente.

sábado, 16 de marzo de 2024

La clave de la tilde: N, S o Vocal y el Hiato


    Los domingos, allá por mil novecientos cincuenta y cinco o cincuenta y seis, papá nos llevaba a comer por la carretera en algún merendero, a comprar piloncillo en la molienda mientras sacaban el azúcar de la caña, o a ver al oso encadenado que tomaba un refresco... Era un paseo que esperábamos con gusto.

    Pero otros domingos visitábamos el centro de la ciudad. Y mi esperanza era que el recorrido terminara en la tienda de abarrotes del amigo de papá, pues, además del cono de nieve con que cerraba el día, él nos prestaba los “cómics” que tenía en venta.

    Los más recientes colgaban con horquillas de una cuerda a lo largo del local. Pero el verdadero tesoro estaba sobre un banquito de madera, detrás del mostrador: apilado en lo que a mí me parecía un inagotable montón de ejemplares, muchos algo maltratados pues creo que los rentaba a sus clientes, pero nos dejaba escoger entre ellos.

    Ése fue mi primer contacto con las letras. Los “monitos” con sus textos encerrados en globitos sobre los personajes. Dicen mis hermanos que así aprendí a leer “sola”. Que me les acercaba con un “Supermán” en la mano y deletreaba una por una todas las letras del nombre. De eso, ni idea. Pero sí me sentaba muy formal dizque a leer, en voz alta, “La pequeña Lulú”; de seguro reinventando la historia.

    Probablemente también fue en esos días, aún sin saber leer, cuando aprendí que algunas letras, como la “á” de Supermán o la “ú” de Lulú, llevaban acento escrito. La famosa “tilde”. Pues no recuerdo ninguna sorpresa, ni confusión por tener que acentuar ortográficamente algunas vocales al escribir. Ni que fuese un problema o se necesitaran reglas de ortografía; sin que esto signifique que de niña lo dominara: simplemente me parecía natural ponerles tilde o buscar la forma correcta si la palabra se veía mal. Después, con Cri-Crí, aprendí a oírlas.

    Son tan poquitas, en realidad poquísimas, las palabras que en español llevan acento escrito que no sé por qué se hace tanto escándalo, sobre todo en primaria.

    Clases y clases para aprender a separar las palabras en sílabas (letra o letras que se pronuncian en la misma emisión de voz); después contarlas: monosílabas, bisílabas, polisílabas... Identificar no sólo cuál es la sílaba tónica (la de más fuerza dentro de la palabra al pronunciarla), sino su posición: última, penúltima, antepenúltima sílaba... y luego clasificarlas en agudas, graves, esdrújulas, sobreesdrújulas.

    El acento prosódico no parecía complicado: todas las palabras cargan su pronunciación, su fuerza, en una vocal; las demás vocales serán átonas. Las canciones de Cri-Crí son excelentes para afinar el oído y separar en sílabas, por como las entona:

       A-llá-en-la-fuen-te-ha--a-un-cho-rri-to...

    Cuando les pones atención puedes identificar fácilmente la vocal tónica, los diptongos y hasta los hiatos, ésos que no dejan que se forme un diptongo... Cri-Cri usa muchos hiatos. Y sinalefas y sinéresis; pero, como no tienen que ver con el acento escrito sino con la métrica de los versos, no voy a explicarlas.

    Buscando hiatos sigo con otros versos de El Chorrito:

    Se-ha-cí-a-gran-do-te-se-ha-cí-a-chi-qui-to/Po-bre-cho-rri-to-te-ní-a-ca-lor

    El Hiato se encuentra fácil: palabras con el acento escrito en una vocal débil (i, u). En las palabras ha-bí-a, ha-cí-a, te--a, vemos que la "i " se fortalece al pronunciarse; eso le impide unirse en la misma sílaba a alguna vocal fuerte (a, e, o); aunque estén juntas NO se forma diptongo. Y para recordar que se pronuncia fuerte la vocal débil del hiato siempre, siempre, llevará tilde: día, parecía, veía, oído, rehúsa, búho...

    Ahora el Diptongo: dos vocales unidas, inseparables, en una sílaba. (Se pronuncian en una misma emisión de voz). Necesariamente una de las vocales del diptongo es débil (i, u); pues no pueden ir en la misma sílaba dos vocales fuertes (a, e, o). La otra vocal puede ser débil o fuerte. Hay 14 posibles diptongos en español. Las palabras fuente e hiato tienen diptongos con las letras “ue” e “ia” pero no se acentúan ortográficamente pues, como sucede con la mayoría de nuestras palabras, son graves y terminan en vocal.

    Aquí es donde entra la regla general de “Acento ortográfico” que además se apoya en el principio de economía: la menor cantidad necesaria de acentos escritos. En la que hay que considerar la última letra de la palabra y la posición de la silaba tónica, para saber “si escribes o no” el acento. Las letras “clave” son: N, S, Vocal (a, e, i, o, u), al final de las palabras. Si la penúltima sílaba (graves) es la tónica No llevan tilde; si la última sílaba (agudas) es la tónica, entonces Sí.

    Y como la mayoría de las palabras graves (que además, por su origen latino son la gran mayoría en nuestro vocabulario) terminan en N, S o en Vocal, NO llevan acento escrito. Las poquitititas graves que terminan en cualquier otra consonante (ángel, récord, lápiz, azúcar, López, etc. ), son las que se acentúan ortográficamente.

    Por otra parte, de las palabras agudas, muy poquitas terminan en N, S, o en Vocal. Por tanto, el susodicho principio de economía determina que éstas, también poquísimas palabras,  lleven tilde; sí hay que ponerles acento escrito: canción, después, sofá, café, rubí, subió, tabú.

    No sé cuándo memoricé esta regla de acentuación. ¿Para los exámenes de español? Tal vez. Yo me guiaba por las palabras “mamá, árbol y lámpara”, como ejemplo de palabras con la última, penúltima y antepenúltima sílaba acentuada. Y a todas las palabras que su sílaba tónica sonara como ellas les ponía tilde. Sin ningún problema. Estoy convencida que leer, y releer cómics, fue mi mejor recurso para acentuar correctamente. Aprendí por ósmosis...

    Como en todo, hay excepciones: las palabras terminadas en dos consonantes, no se acentúan si son agudas: mamuts, robots; pero si son graves, sí: cómics; aunque como los adiptongos tampoco sigan la regla de la N y S.

    Los otros tipos de acento, los de enfatizar, son fáciles: ya sea para preguntar (¿ ?) o exclamar (¡ !) les pones tilde a las palabras qué, quién, cuándo, cómo, dónde, por qué, para qué.

    Los acentos diacríticos tampoco son tantos, son para distinguir función gramatical de algunas palabras iguales. Como artículos y adjetivos (el, mi, tu, este, ese, aquel) parecidos a pronombres: (él, mí, tú, éste, ése, aquél). Sin acento: el libro, mi casa, tu canción, este patio, ese niño, aquel día. Con acento: Él comió, cantas, es para mí, quiero éste, ése no me gusta, prefiero aquél.

    Como dice la RAE no se entiende lo mismo en la expresión “El vino de Italia” que en “Él vino de Italia”.

    Y claro que es ella, la Real Academia Española de la Lengua y no yo, quien aclara la forma correcta de acentuar las palabras, prosódica u ortográficamente, en el segundo capítulo (de ocho) de su Ortografía de la Lengua Española (OLE) que se puede consultar en línea. CAPÍTULO II. La representación gráfica del acento: el uso de la tilde | Ortografía de la lengua española | RAE - ASALE  Allí menciona que las esdrújulas y sobreesdrújulas sin excepción siempre llevan tilde. Y las monosílabas no, a menos que sea el enfático o el diacrítico.

    Tiene más información interesante. Como que la tilde siempre va sobre la vocal abierta “a, e, o”, en las palabras con diptongo en sílaba tónica: semids, terapéutico tambn, tráiler, áureo, heróico. E igual pasa con los triptongos: asociéis, estudiáis. O que en los diptongos formados con vocales débiles o cerradas (iu,ui) veintn, acfero, lingüística, el acento irá sobre la segunda vocal; igual cuando se repite la misma vocal como en zlogo o chta.

    Pero yo sigo creyendo que lo mejor es al leer, observar la palabra que lleva acento escrito; subrayarla si nos sorprende por algún motivo; pronunciarla, pues ésa es la intención de la tilde, decirnos cómo se pronuncia; y oírla, para asociarla con alguna otra que sí nos sea familiar de las que terminan en N, S o Vocal, o que tienen hiato... Por si alguna vez tuviésemos que escribirla sin ayuda de la inteligencia artificial. Lo que cada día se antoja más improbable.

    P.D.: En esta otra página explican con sencillez y claridad el uso del acento ortográfico. Me gustó mucho. https://magalico.com/uso-de-la-tilde-nociones-generales-para-tildar-correctamente/

miércoles, 28 de febrero de 2024

Prefijo. Con prefijo pre: antes de

Recuerdo haber leído en al menos dos ocasiones sobre seres que desde el momento de nacer, hablaban. Y no sólo correctamente, también tenían otras habilidades excepcionales.

Uno de ellos, es el mago Merlín. Personaje de la literatura británica que podría haber sido hijo de una princesa y de un íncubo. Un demonio que aprovechó una noche en que la princesa no rezó sus oraciones para seducirla. El otro ser que nació hasta con las armas en la mano (xiuhcoatl) pertenece a la cultura mexica: es Huitzilopochtli. Hijo también de una relación sobrenatural pues cuando su madre Coatlicue barría el templo encontró un ovillo de plumas que guardó en su seno y con eso quedó preñada.

Probablemente en la literatura o en la mitología universal existan algunos otros personajes con esta habilidad desde el nacimiento. Los demás tenemos que irla adquiriendo, estudiando y desarrollando para poder comunicarnos en la sociedad en la que vivamos.

Eso de hablar, y escribir bien, es algo relativo. Cada cultura tiene su propia evolución y origen de la lengua, sus normas gramaticales, su semántica, su morfología, su sintaxis, su ortografía, su fonética y por supuesto sus estudiosos en todas estas disciplinas del lenguaje.

¿Desde cuándo hablamos? Merlín y Huitzilopochtli se adelantaron más de dos años al momento en que lo hacen los niños. Aunque no es tiempo perdido por el bebé, al tiempo que se desarrolla va adquiriendo conocimientos tanto de gestos, como de sonidos, que asocia a significados; después intentará imitarlos en contextos o situaciones parecidas para satisfacer alguno de sus deseos: alimento, protección, afecto, seguridad, etc.

La parte difícil vendrá después, cuando salga del entorno familiar y descubra que hay todo un universo de morfemas y sintagmas al que debe recurrir para lograr comunicarse. Todo un reto. No es lo mismo hablar de frente con alguien y que te entienda correctamente, a hacerlo por escrito. Tampoco leer es fácil. Tal vez Merlín leía, era un mago, haría pócimas tomadas de algún libro; de Huitzilopochtli, dios guerrero, no sé nada y en su tiempo no escribían letra por letra las palabras: con dibujos transmitían ideas y sonidos en sus pictogramas. Tal vez, ambos, al nacer, ya sabían también leer y escribir...

¡Ah! Y se perdieron esas hermosas lecciones de la niñez donde no sólo tenías que penar, letra por letra hasta el punto, sino también identificar (ahí es nada), un elemento, que podía ser lápiz, manzana o Dios sabe qué. ¿Podrían reconocer el sujeto y el predicado sin recurrir a sus dotes superiores?

Posiblemente, porque sí supieron quiénes amenazaban a sus respectivas madres, a las que les aseguraron, de viva voz en el preciso momento del alumbramiento, que no tenían nada que temer: ellos se encargarían de defenderlas. Y así lo hicieron. Según los cronistas de ambas culturas.

¿Conocerían el dudoso placer de confundir las partes de las palabras para descifrar su significado? Si el prefijo "bi" significa "dos" qué significan: bífido, bicéfalo y bípedo en el siguiente enunciado:

Coatlicue es bicéfala bípeda: por cabeza tiene dos serpientes con lengua bífida, pero sólo dos pies”.

A pesar de no hablar español, de seguro entenderían que las palabras biberón, bigote, biblia, no tienen prefijo. Simplemente sus lexemas empiezan con la sílaba bi y no tienen nada que ver con cantidad. Como  es el caso en binomio, bilateral, bimestre, bilingüe...

Hasta me darían lástima Merlín y Huitzilopochtli... Probablemente tampoco inventaron palabras usando sufijos con el significado de “lugar donde hay, o se vende...” como frutería, panadería, gasolinería, librería, zapatería, dulcería. O que dan sentido de “persona que se dedica a...” como panadero, gasolinero, librero, zapatero, dulcero...

Ni intentaron descubrir el significado del sufijo en palabras como trancazo, zapatazo, mochilazo, escobazo, manazo, portazo; o en aterrizar, acuatizar, amarizar, alunizar...

Aunque las partículas con más información, las más valiosas, son los gramemas verbales. Son como las estrellas del equipo de basquetbol. Aparte de formar los verboides: infinitivo (ar, er, ir), gerundio (ando, endo) y participio (ado, ido, to, so, cho), los usamos para conjugar los verbos. Van después del lexema verbal, (que es el que determina la acción). Indican modo, tiempo, número y persona. Como en los tiempos simples del verbo amar en primera persona del singular: “Amo, amé, amaré, amaba, amaría (indicativo); Ame, amase, amare (subjuntivo); ¡Ama! (imperativo)”.

Conocer y dominar el idioma, desde el instante de nacer, debe tener sus ventajas. Aprenderlo, a lo largo de la vida, tendrá sus tropiezos y descalabros, pero también sus compensaciones. Tanto en los hallazgos, como en la aplicación de los mismos al hablar y redactar con más precisión y claridad.

Que es lo que pretendemos desde niños: expresar un pensamiento con el que buscamos obtener una respuesta concreta. “Satisfacer -dije antes-, alguno de sus deseos: alimento, protección, afecto, seguridad...”