El infame Ricardo III de William Shakespeare
¿Quiénes fueron Shakespeare y Ricardo III? ¿Y qué motivó al autor a convertirlo falsamente en el peor de los villanos?
La historia verdadera en que se inspira William Shakespeare (1564-1616) para escribir la tragedia histórica “La vida y muerte del rey Ricardo III”, finalizó en la batalla de Bosworth en 1485. En ella se enfrentaron dos hombres jóvenes que se disputaban la corona de Inglaterra y Gales. El dos años antes coronado rey, Ricardo III de 32 años con quien termina la dinastía York, contra quien sería Enrique VII, de 28 años de edad, vencedor y fundador de la dinastía Tudor.
Ciento seis años después, en pleno renacimiento, se representa la obra de Shakespeare en la que se nos muestra al protagonista como un personaje malvado, astuto, ambicioso, cruel, intrigoso, cobarde, asesino, además de deforme físicamente. Un verdadero monstruo indigno de vivir, ya no se diga de reinar o aspirar legítimamente a dirigir el destino de un reino como en el que se había convertido el encabezado por los Tudor: Enrique VII, Enrique VIII (el anglicano de las seis esposas) y sus cuatro sucesores; de los cuales la sexta y última de esta dinastía era Isabel I, reina desde 1558.
Shakespeare, Shakespeare... Su nombre me ha sido familiar desde niña. Lo asocio con un librero inaccesible en el colegio (de madera, encristalado y con llave), del cual la religiosa sacó con gran cuidado, como si fuese muy valioso, un libro grande que puso sobre la mesa donde yo, no sé si con la reverencia adecuada, pero asombrada por los grabados que lo ilustraban, lo hojearía ese día en que mi papá tardó demasiado en recogerme.
En ese volumen (probablemente Lecturas Clásicas para Niños, editado en 1924 por José Vasconcelos), conocí las versiones adaptadas de El Rey Lear y La Tempestad, de Shakespeare: La crudelísima historia de Cordelia; y el aterrorizante relato (cuyo desenlace erróneamente imaginé cruel o sangriento, como el de Lear, pues no terminé de leerlo) del mago que intenta vengarse de los tripulantes de un barco creando la tormenta para que zozobren.
Tiempo después leería, o vería puestas en escena o cine, más de sus obras. ¡Shakespeare es tan popular...! Romeo y Julieta, Sueño de una noche de verano, El mercader de Venecia, Hamlet, Otelo...
No me detuve a juzgar su mérito en ellas. Mucho menos intenté descubrir al autor tras la obra. Para mí era un escritor inglés con un montón de reconocidas obras de teatro (38), entre ellas tragedias históricas como Ricardo III, el de la memorable frase “¡Mi reino por un caballo!”
A temprana edad, también, me enteré que se cuestionaba la verdadera identidad del “bardo inglés”. Consideré que aunque el “auténtico” no hubiese sido quien había nacido y posteriormente muerto en Stratford-upon-Avon, por su improbable conocimiento sobre detalles de la vida cortesana y de Italia de los que están pobladas sus obras, no se requiere tener la certeza de la autoría para valorarlas. Si Shakespeare era, o no, un prestanombres, o tras su nombre se ocultaba otro autor o asociado, eso justificaba algunos errores en la cronología de las tragedias históricas, pero equivocar un dato o desconocerlo tampoco es tan grave. En ocasiones el reacomodo es intencional, por motivos de estructura del relato. Así, minimicé la ignorancia y las inconsistencias culturales atribuidas al llamado Cisne de Avon.
Cuando vi “Looking for Richard”, el documental de Al Pacino de 1996 (apegado en su análisis a la obra dramática de Shakespeare), sentí que finalmente conocía la parte histórica de la obra (los treinta años de La Guerra de las Dos Rosas: Lancaster contra York y todo eso), los personajes con sus perversas maquinaciones para obtener el poder y el periodo cultural, isabelino, de cuando se escribió Ricardo III.
“Anonymous”, por otra parte, la película seudohistórica de 2011, que postula a Edward de Vere (1550-1604), conde de Oxford, como el auténtico dramaturgo inglés con un móvil político, me forzó a cuestionar: ¿Hay suficientes evidencias de que en la Edad de Oro del renacimiento inglés, en 1601, un dramaturgo intentó movilizar al pueblo, para apoyar la rebelión de Essex, con su obra de teatro Ricardo III, al cual muestra falsamente como jorobado, usurpador, asesino y cobarde, en clara referencia al consejero Robert Cecil (él sí jorobado), a quién pretendían destituir pues influía en la decisión de la reina Isabel I para nombrar su sucesor al trono?
¿No es más creíble que al Shakespeare, productor de espectáculos, le interesara más reforzar la imagen de monstruo ambicioso aplicada al último rey de la dinastía anterior, imagen que había surgido y se consolidaba desde la muerte del mismo, para mantenerse en el favor de los Tudor y después de los Estuardo? A partir de 1603, tras asumir Jacobo I la corona inglesa, la compañía de actores de Shakespeare será conocida como King´s Men (Hombres del Rey).
No sé. Cualquiera de las dos razones, móvil político o económico, justifica el uso de licencias creativas. ¿Pero, hasta dónde es aceptable que utilicen tu nombre, te llames como te llames: Richard o William?
Actualmente se puede encontrar información que indica que Ricardo III lejos de ser el despreciable ser que en el teatro nos ha cautivado con su maldad, estaba más cerca de los hombres de su época y posiblemente sería un desconocido más, de no ser por Shakespeare. Si bien se le atribuye la muerte de sus sobrinos ¿acaso los Tudor no ejecutaron a familiares: Ana Bolena, Juana Grey, María Estuardo, entre otros?
No fue usurpador; y sí valiente guerrero. Según las crónicas de Bosworth Field, cuando lo desmontan y matan brutalmente atravesaba las líneas enemigas buscando enfrentarse con Enrique, su rival. Ese 22 de agosto, anticipándose a la contienda bélica había expresado: Hoy, venzo o muero como rey. Por ello, Shakespeare, en todas sus obras de la tetralogía de la que Ricardo III forma parte, lo trata de valiente y lo hace decir: “Mi reino por un caballo...” con la intención clara de para continuar luchando. Esta frase, como bien sabemos, será tergiversada; pero no fueron sus últimas palabras, sino: “traición, traición, traición”.
¿Hablaba de la literatura?
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