Decíamos ayer... La Tilde y las Tritónicas
“Decíamos ayer...”
Ayer... o antier, o ante antier. No recuerdo bien que día fue cuando comenté sobre la tilde y el hiato. Porque este texto no es sobre la famosa locución atribuida a Fray Luis de León al retomar su cátedra de Teología en la Universidad de Salamanca en 1576 tras pasar cinco años en la cárcel procesado por la Inquisición. Tampoco sobre Marie Curie, de quién se dice inició con ella la clase de Física que le concedió la Sorbona en 1906 para sustituir a su recién fallecido esposo Pierre Curie. Ni sobre Miguel de Unamuno que en 1931 la usa en su discurso al recuperar su puesto como rector en la Universidad de Salamanca, después de seis años de destierro a causa de la dictadura de Primo de Rivera.
No. Esa grandiosa frase: Decíamos ayer, que atribuida a excepcionales seres humanos simboliza el triunfo sobre sus rivales, un íntimo homenaje al ser amado o la lucha contra la opresión, y que al volverse emblemática se interpreta como “la continuidad del pensamiento a pesar de las adversidades”, en mi caso es muy modesta. No pretende alcanzar tampoco la altura de Quevedo quien la introduce a la literatura en 1627, en su obra satírica Sueños y Discursos: “Poderoso caballero es don Dinero, como decíamos ayer” en clara referencia a su “letrilla satírica” escrita en 1620.
Mi expresión pretende retomar una reflexión sobre la utilidad de la tilde ortográfica, diacrítica y enfática, cuya función principal es ayudarnos a pronunciar correctamente cualquier palabra escrita; pues hay que recordar que el español se escribe como se pronuncia, por consiguiente: se lee, o debe leerse, como se escribe.
Decíamos ayer..., que la mayoría de las palabras de nuestro idioma, graves o agudas, no llevan tilde, pues el principio de economía dictamina que “sólo llevarán acento gráfico las palabras que presentan los patrones acentuales menos frecuentes”. Y en esos dos grupos, hay pocas palabras agudas que terminen en N, S o vocal; y todavía menos palabras graves que terminen en vocal o en consonante diferente a N o S. De ahí que ésas sean las palabras que sí se acentúan. (Aparte de excepciones e hiatos).
Hasta aquí nada parece tener problema. Incluso podría creerse que usar acento es innecesario; aceptable en palabras desconocidas, que jamás hemos escuchado o leído, o que provienen de otros idiomas. Quizá tampoco se justifique usarlo para distinguir función gramatical o dar énfasis si el significado del vocablo se puede entender con claridad en el contexto. Pero estoy convencida de que, en el caso de muchas palabras parónimas, especialmente de las tritónicas, la falta de tilde complicaría la comprensión y crearía confusiones innecesarias, entorpeciendo la lectura.
¿Empezamos con definiciones o sólo ejemplos?
En muchos textos y canciones se dan interpretaciones maliciosas o divertidas, debido a la ambigüedad provocada por el uso de palabras con varios significados (polisémicas) o muy parecidas entre ellas (parónimas). Puras madres -me enseñaron en la escuela- de Gloria Trevi, juega con un primer significado de pureza y religiosas, contra el de “solamente majaderías”. En otras, el doble sentido no se sostiene, si el acento determina el significado: “Lo que quiero es tomar té. Pues tomando té me duermo (Porque el café quita el sueño) Y una vez que té tomé. Todo el tiempo quiero estar tomando té, tomando té”.
En realidad, aunque yo puse acento para sugerir la infusión, la canción Tomando te, de Chava Flores, no se refiere a la bebida sino al pronombre personal por lo que no lleva tilde, además de unirse como sufijo en algunos casos: tomarte, tomándote.
Como vemos, un acento hace diferencia. No es lo mismo canto (guijarro) que cantó. Ni apodo que ápodo (sin pies 1). Pero ya en plan serio, las tritónicas -que son tan parónimas como la que más-, son extraordinarias. Aparentemente, letra a letra, es la misma palabra, pero con tres pronunciaciones posibles... Y, por tanto, tres significados. ¿No es algo lindo?
Sin acento son graves; y cuando van acentuadas son agudas o esdrújulas. Hay que estar atentos a estos casos pues sin la tilde la IA no los detecta... No tiene forma de saber si me ejercito, hablo de un ejército, o alguien se ejercitó. Sugeriría error o podría poner acento, o dejarlo, equivocadamente. Veamos algunos ejemplos, un poco forzados, para concluir con la defensa del tema.
- ¡El público! ¿Dónde estaba cuándo se publicó lo que yo ahora publico?
- Con gran júbilo participo que me jubilo a menos de un año de que él se jubiló.
- Pero no transitó en las horas en que sí hay mucho tránsito... Que es cuando transito habitualmente.
- Es tan célebre que no creo celebre su cumpleaños como yo celebré el mío.
- Dicen que yo circulo en contra, pero él también se confundió y circuló en círculo.
- ¿Sabes quién habitó antes dónde yo habito ahora? Dejó su hábito, pero no el hábito de fumar.
- Por Dios, ¡Me reclaman que me limité al tratar de poner un límite que verdaderamente limite!
- ¿Quién hizo el depósito? ¿Quién depositó? Entonces, yo lo deposito. ¡Pero en mi cuenta!
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