viernes, 30 de julio de 2021

Tierra del Efrit

-¡Levántate, para que yo te mate! -Exclamó con terrible acento, espada en mano, el gigantesco Efrit.

Había surgido de la nada y su repentina aparición, en medio del desierto, me desconcertó. Tierra de afarit, me habían dicho. Ten cuidado. Procura no ofender a ningún efrit... Y unos tras otros me advertían y aconsejaban recordando ya una historia escuchada en la niñez, ya una antigua leyenda semiolvidada. Territorio afarit... susurraban con temor. Cuando llegues, no olvides que...

Pero ¿cómo recordar cuando el Genio implacable te amenaza de muerte? Unos segundos antes, yo descansaba en el pequeño oasis, sentada al pie de un gran nogal, junto a una fuente de agua cristalina. Y ahora todo era oscuridad y desazón. El sol se había nublado y el temor paralizaba mi alma. Su voz cavernosa e inflexible resonaba hasta el horizonte.

-¿Qué hice? -pregunté con voz apenas audible. Íntimamente me sabía perdida: "Desconocer la ley no es excusa para no cumplirla". En un absurdo intento de defensa, argumenté: -No he hecho nada malo; no tiré huesos de dátiles, ni basura. Además, reciclo..., ¡hasta soy ecologista!

La risa del Efrit retumbó espantosamente. Pero no le impidió que de un empujón me tirara al suelo y levantara su espada con intención segura de cortarme la cabeza. En medio del terror logré recordar... ¡Cuentos!

-Mi vida a cambio de cuentos... -grité. -Si me dejas vivir un poco más, si te apiadas de mí, te contaré sorprendentes historias. Una, dos, tres; las que quieras, que lograrán maravillarte. -Supliqué con un hálito de esperanza: Sabido es que a los afarits, como a los califas miliunanochescos les gusta intercambiar vidas por historias.

El genio detuvo el movimiento de su brazo, perplejo. ¡Consideraba mi ofrecimiento! Pero antes que mi optimismo creciera y con una risa más cruel que la anterior, me contestó: 

-¿Crees que puedes narrar una angustia mayor que la que sientes en este momento? ¿Explicar un grito de furia con más fiereza del que surge de tu boca? Ninguna historia me podría dar mayor placer que el que me produce tu horror ante tu muerte inevitable. -Concluyó burlón.

Cerré los ojos resignada. -¡Sea! -me dije.


Cuando los abrí, en medio de la oscuridad y aún con el corazón palpitando sobresaltado, reconocí mi cuarto, mi cama, y sobre la mesita de noche el sobre con el resultado del diagnóstico médico.

primavera 2013

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