Burbuja
BURBUJA
22 de enero de
2015
Burbuja decidió dejar
todo atrás…
Tan lejos como fuera
posible.
Así, una vez más,
cerró los ojos y se dejó balancear suavemente por el viento. No
sabía cuánto duraría aquello, pero la sola sensación de
abandonarse, de dejar de resistir, de aceptar, finalmente, que la
libertad le era negada o no existía, y que estaba en manos del
viento, la refrescaba.
Cuando abrió los ojos,
Burbuja continuaba abandonada a la suave brisa. Quienes no la
conocían hubieran dicho que su expresión era de absoluta paz. Pero
tal vez quienes la habían tratado antes, en los tiempos que ella
ahora se esforzaba en olvidar, también hubiesen estado de acuerdo,
pues no flotaba temblorosa y errabunda, ni daba giros desconcertados.
Ahora poseía una cadencia envidiable, magistral.
Cierto que a ella esas
cosas jamás la habían preocupado; como prioridad, claro. Y en este
momento tampoco le interesaban. Prefería seguir experimentando esta
sensación de ausencia de sí misma, de vaciedad, de íntimo
aislamiento, el mayor tiempo posible... Tal vez no sirviera para nada
esta nueva actitud, pero ¿a quién le importaba?
Burbuja cerró los ojos
nuevamente, y sonrió en su interior. -¿Dónde estaré cuando los
abra? –se dijo juguetona.
Una Chispa de luz,
enamorada, se le prendió al pasar. -No preguntes…, no averigües…
déjate llevar… -le susurró al oído, dulcemente. -Yo no he de
abandonarte nunca -prometió seductora.
Pero Burbuja no
escuchaba. ¿Cómo hacerlo? Cada ráfaga entrañaba aventurarse por
espacios que le habían sido vedados y ahora parecían a su alcance.
Sólo debía mantenerse vacía, ligera, e inadvertida.
Cuando la desbandada,
cuando el río de burbujas salió al vacío, Burbuja se supo
especial: magnífica, redonda, grácil. Y flotó confundida con el
resto de la camada. Ahora se había apartado, voluntariamente,
consciente de su insignificancia. Ofuscada, luchando contra el
sinsentido que el orgullo de la comunidad había ocultado y que su
falta de fe hacía cada vez más evidente. Creer, sí. Pero ¿en qué?
O no creer, pero ¿por qué? Asirse del viento, o desasirse. Fundirse
finalmente y desaparecer con alegría o rebelarse…
Un nuevo golpe de brisa
la impulsó suavemente.
Todo quedaba atrás.
-Debe quedar atrás, es
necesario –se justificó nuevamente, sin comprender, tampoco ahora,
cómo ese distanciamiento podría liberarla de sí misma.
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