sábado, 26 de octubre de 2019

El arrobamiento de María Kodama

O debiera decir ¿embeleso?
La presencia de Borges, en la vida de María Kodama, se remonta a su niñez.
Su primer recuerdo relacionado con el escritor se origina a los cinco años, tras escuchar la lectura en inglés de dos poemas que él escribió en 1934 y dedica a una mujer casada, (Two English Poems) uno de los versos llama su atención. A la pregunta ¿con qué puedo retenerte? del enamorado sin esperanzas, el poema concluye: "Te puedo dar mi soledad, mi oscuridad, el hambre de mi corazón; estoy tratando de sobornarte con incertidumbre, con peligro, con derrota. "
Y esta expresión, el hambre de mi corazón, la intriga. Y le da nombre a algo que ella desconoce pero que intuye, entre romántica y realista, que alguna vez podría sentir, como el poeta.
¿Sólo eso? A esa edad, sí, seguramente.
Habría otras lecturas y otras inquietudes en la vida de María Kodama que la harían desear encaminarse a la literatura y al arte, incluso un poco antes.
Su interés por la lectura surgiría a los cuatro años, una noche en que cuando, como de costumbre, escuchaba con los ojos cerrados para imaginar mejor lo que su abuela le leía, abrió los ojos mientras ella hablaba y descubrió que en el libro no había imágenes. Quiso saber dónde estaban y qué podría hacer para verlas todo el tiempo y ya no sólo con la imaginación... Un año después ya leía "Alicia en el país de las maravillas".
Su padre Yosaburo Kodama fue una influencia decisiva en esos primeros años. La formó en los valores de la cultura japonesa: sentido del honor, del deber y la responsabilidad. De él recibió también una educación cultural poco convencional: la llevaba a museos, conferencias, le relataba historias de Oriente y le enseñó a descubrir la belleza que podría consistir en "detener -para la eternidad- la brisa del mar en el movimiento de los pliegues de una túnica" húmeda, que se adhiere al cuerpo incompleto y sin cabeza de la escultura de la Victoria alada de Samotracia. "Y a usted quién le ha dicho que la belleza tiene cabeza", será el concepto que la acompañará a partir de entonces.
A los diez años encontrará por segunda vez la literatura de Borges, al descubrir el cuento que inicia con: Nadie lo vio desembarcar en la unánime noche... . Y lee hasta el final "Las ruinas circulares", sin entender ni una palabra, pero atrapada en la intensidad de la narración. Esa emoción increíble la hace reflexionar en que "entender es otra cosa, primero hay que sentir, después entender" aunque esto implique posteriores lecturas.
Y María seguirá leyendo, y escribiendo, al grado de que para 1949 se antoja inevitable que la futura estudiante de Letras asista a una conferencia del gran escritor. Este tercer acercamiento a Borges será positivo y fundamental para la joven de doce años: será como un bálsamo. Ella ha sido educada en la libertad pero siente que su timidez podría impedirle dedicarse a la enseñanza. Por ello, aunque no comprende gran cosa de lo que Borges dice con su voz apenas audible, ver a aquel señor, aún más tímido que ella, enfrentado a una sala llena de gente la hace reflexionar: Si él puedeyo voy a poder enseñar. El terror y la angustia desaparecen y llega la paz a su vida.
María continuará decidida su formación intelectual. Y no será difícil para Borges reconocer las afinidades, que a ella la deslumbran en él, cuando por primera vez estén frente a frente. Esto permitirá que desde ese primer encuentro entre la joven de 16 años y el escritor de 54 inicie, con cautela pero también con energía, una relación perdurable.
-¿Y no quiere estudiar anglosajón conmigo? -le propuso Borges en algún momento de la conversación. "-Anglosajón antiguo, del siglo X" -aclararía después. Y, para tranquilizarla, agregaría: -Pero yo también tengo que estudiarlo, vamos a compartir la dificultad.
María Kodama acepta con entusiasmo el reto. Quiso conocerlo porque las obras suyas la hicieron sentir una hermandad en el misterio. Intuye que tienen sensibilidades parecidas, y descubrirá después que son muchos los puntos de encuentro: "comparten amor por lo que permite la apertura del hombre y marginan todo lo que es rótulo, todo lo que limita y empobrece." Y primero será estudiante junto a Borges, y después asistente y compañera de viajes. En uno de ellos, tal vez el primero, a Islandia en 1971, reconocerán "El amor que nos habitaba mucho antes de que usted me lo dijera, mucho antes de que yo tuviera conciencia de mis sentimientos".
Para Borges, ésta será la relación más estrecha y feliz en los últimos quince años de su vida. En alguna ocasión le confía a Bioy Casares que está enamorado de Kodama.
"Él era la mitad de mi alma" dirá ella más de una vez. Y agregará: "La vida con Borges estaba llena de magia, no era un hombre cerebral, era muy sensible".
Cuando viajaban, Borges le contaba su experiencia en los países que había conocido en su juventud y a través de su impresionante cultura le revelaba los paisajes de una manera que ella nunca podría haber imaginado...
Ella le leía (Borges perdió la vista a los 56 años), él le dictaba, ella le dibujaba con palabras el mundo que los rodeaba, describiendo los paisajes como pinturas que Borges recordaba, aunque admite que en muchos de los lugares que visitaron la ciega era ella...
Se casarán en abril 26 de 1986.
Ese mismo año fallecerá Jorge Luis Borges.
A treinta y dos años de su muerte, María Kodama expresa en esta dedicatoria que su amor por Borges sigue vivo.
"Borges, mi amor for ever and ever and a day".

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