lunes, 14 de octubre de 2019

¿Elena Garro es Mariana?


¿Elena Garro es Mariana?

Si dejamos de lado que Elena Garro, es la autora de Testimonios sobre Mariana, que la escribió en 1964 ya concluida su relación con Octavio Paz, y que tras hacerle algunos cambios la publicó en 1981 y obtuvo con ella el premio Juan Grijalbo, y si además desconocemos la vida íntima, personal o profesional de la autora e igualmente ignoramos cuál fue su fuente de inspiración, entonces podremos abordar sin prejuicios la lectura de esta obra.
Sólo que lo anterior es prácticamente imposible.
Y Testimonios sobre Mariana se apoya precisamente en ello. Fue escrita con esa intención de confundirnos, de crear el caos, de hacer señalamientos despiadados sobre Augusto, el esposo de Mariana, contando con que el lector los trasladaría al ex-esposo laureado y a la propia autora, y tomaría partido sin cuestionar, o al menos tomar distancia para identificar lo verdadero dentro de la ficción, que es lo que domina en esta historia.
Pues, apoyándonos en palabras de la propia Elena expresadas en 1982 en una carta a Emmanuel Carballo, nos enteramos de que:
Creo que debo aclararte que Mariana no es una autobiografía (y definitivamente no lo es) y continúa:
Si piensas en que en Mariana aparecen personajes vivos te equivocas. Aunque es verdad que tomé rasgos de algunas personas vivas y difuntas para crear a un solo personaje”.
Y un poco más adelante, agrega:
Creo que el personaje Mariana no es tampoco víctima de nadie sino de su propio ahistoricismo. En ese sentido puedes muy bien decir que la pequeña burguesa Mariana es Elena Garro”.. 
Luego, ella, la autora, se reconoce como el modelo en que se inspiró para la protagonista. Además de que, al justificarse con:
Cada quién puede fabricar personajes de ficción con personas realesno sólo admite lo ficticio en los personajes, sino también en los sucesos narrados por ellos, pues en otra parte de la citada carta, refiriéndose al poema “Pasado en claro” escrito por su ex-esposo apunta:
El poeta mitifica y Paz quiso exorcizarme diabolizándome. Lo han hecho todos los poetas. Para eso sirve la creación poética.”
De seguro, y con toda conciencia, en éste y otros de sus escritos la escritora diabolizó a Paz para, con la misma intención que le atribuye a él, exorcisarlo.
Pero hay algo más. Elena Garro logra, en esta obra, estar presente en todo momento. Y no solo a través de cómo los narradores perciben a Mariana, sino en cada uno de ellos. Así, Vicente, Gabrielle y André son Elena, no Mariana. La Garro exterioriza un anhelo propio específico, diferente en cada caso, y se los asigna con maestría. Amamos, nos indignamos y compadecemos a Mariana, tanto como a los narradores, impotentes testigos de su inexorable destino.
Augusto queda fuera de esta condición. Él simboliza su contraparte: el sistema opresor que, según los narradores nulifica, sin importar a costa de qué, cualquier esfuerzo de Mariana por escapar, en la búsqueda de sí misma, hacia la libertad, la felicidad o el amor.
Y aunque Elena Garro podría salvarla sin demérito de la maldad de Augusto, opta por desvanecerla “en el olvido que ella ha alcanzado plenamente” se duele Gabrielle , “su diminuta imagen ha desaparecidolamenta Vicente mientras sostiene la última fotografía de Mariana,además, no me gusta revelar mi secreto...” concluirá André, seguro de que ella lo espera apacible en el tiempo.

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