¿Elena Garro es Mariana?
¿Elena
Garro es Mariana?
Si
dejamos de lado que Elena Garro, es la autora de Testimonios sobre
Mariana, que la escribió en 1964 ya concluida su relación con
Octavio Paz, y que tras hacerle algunos cambios la publicó en 1981 y
obtuvo con ella el premio Juan Grijalbo, y si además desconocemos la
vida íntima, personal o profesional de la autora e igualmente
ignoramos cuál fue su fuente de inspiración, entonces podremos
abordar sin prejuicios la lectura de esta obra.
Sólo
que lo anterior es prácticamente imposible.
Y
Testimonios sobre Mariana se apoya precisamente en ello. Fue escrita
con esa intención de confundirnos, de crear el caos, de hacer
señalamientos despiadados sobre Augusto, el esposo de Mariana,
contando con que el lector los trasladaría al ex-esposo laureado y a
la propia autora, y tomaría partido sin cuestionar, o al menos tomar
distancia para identificar lo verdadero dentro de la ficción, que es
lo que domina en esta historia.
Pues,
apoyándonos en palabras de la propia Elena expresadas en 1982 en una
carta a Emmanuel Carballo, nos enteramos de que:
“Creo que debo
aclararte que Mariana no es una autobiografía” (y
definitivamente no lo es) y continúa:
“Si
piensas en que en Mariana
aparecen personajes
vivos te equivocas. Aunque es verdad que tomé rasgos de algunas
personas vivas y difuntas para crear a un solo personaje”.
Y
un poco más adelante,
agrega:
“Creo
que el personaje Mariana no es tampoco víctima de nadie sino de su
propio ahistoricismo. En ese sentido puedes muy bien decir que la
pequeña burguesa Mariana es Elena Garro”..
Luego,
ella, la autora, se reconoce como el modelo en
que se inspiró para la protagonista. Además de que, al justificarse
con:
“Cada
quién puede fabricar personajes de ficción con personas reales”
no
sólo admite lo ficticio en los personajes, sino también en los
sucesos narrados por ellos, pues en otra parte de la citada carta,
refiriéndose al poema “Pasado
en claro”
escrito por su ex-esposo apunta:
“El
poeta mitifica y Paz quiso exorcizarme diabolizándome. Lo han hecho
todos los poetas. Para eso sirve la creación poética.”
De
seguro, y con toda conciencia, en éste y otros de sus escritos la
escritora diabolizó a Paz para, con la misma intención que le
atribuye a él, exorcisarlo.
Pero
hay algo más. Elena Garro logra, en esta obra, estar presente en
todo momento. Y no solo a través de cómo los narradores perciben a
Mariana, sino en cada uno de ellos. Así, Vicente, Gabrielle y André
son Elena, no Mariana. La Garro exterioriza un anhelo propio
específico, diferente en cada caso, y se los asigna con maestría.
Amamos, nos indignamos y compadecemos a Mariana, tanto como a los
narradores, impotentes testigos de su inexorable destino.
Augusto
queda fuera de esta condición. Él simboliza su contraparte: el
sistema opresor que, según los narradores nulifica, sin importar a
costa de qué, cualquier esfuerzo de Mariana por escapar, en la
búsqueda de sí misma, hacia la libertad, la felicidad o el amor.
Y
aunque Elena Garro podría salvarla sin demérito de la maldad de
Augusto, opta por desvanecerla “en el olvido que ella ha
alcanzado plenamente” se duele Gabrielle , “su diminuta
imagen ha desaparecido” lamenta
Vicente mientras sostiene la última fotografía de Mariana,
“además, no me gusta revelar mi secreto...”
concluirá André, seguro de que ella lo espera apacible en el
tiempo.
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