El De profundis de Wilde
De Oscar Wilde no se puede olvidar la epístola De profundis¹ escrita a lord Alfred Douglas desde su reclusión en la prisión de
Reading en 1897 y probablemente el último de sus manuscritos.
Impacta la capacidad de amar y sufrir y su intenso y malogrado deseo
de vivir fuera de lo convencional amparándose en el arte.
Capacidades y deseos reflejados con claridad y realismo en la
epístola.
La obra teatral de Wilde deslumbra por su inteligencia brillante,
aguda, crítica, cínica. De tal manera que su talento nos mantiene
al margen de su controvertida vida. Esto encantaría a Wilde pues
alguna vez manifestó que era por su obra de arte, no por su
conducta, por lo que él quería que la posteridad lo recordase.
En este artista se advierten otras proporciones humanas. La humildad,
por ejemplo, descubierta mientras cumple su condena. La terrible
resignación que lo lleva a sublimar el sufrimiento y aceptar que
necesitaba ese aspecto de la existencia al que se creía inmune para
poder darle verdadera dimensión a su vida.
No era la intención del poeta crear una obra de arte cuando escribía
su Epístola pero el genio y la capacidad del autor se revelan
inevitables de ahí que en el relato de su tragedia personal Wilde no
deja de ser teatral. Por fortuna no es su razonamiento lógico el que
construye el texto. La fuerza o la pasión conductora es el
arrepentimiento por sentirse ajeno al destino del resto de la
humanidad. Y paradójicamente y tal vez a su pesar es esta debilidad,
esta conciencia de reconocerse del mismo doloroso barro, la que lo
eleva en una nueva dimensión.
Wilde escribe contradictoriamente intimista y exhibicionista: Escribe
para desengañar a su corazón de una ilusión nefasta, para analizar
su debilidad, para liberar su despecho. Reprocha acerbamente a Bossie
como catarsis para aliviar su desengaño pero al mismo tiempo que
teme y desea que se entere del contenido hace depositario de la
epístola a Roberto Ross con instrucciones también contradictorias:
transcribirla a máquina de escribir en forma secreta y mantenerla
oculta hasta que el mismo Wilde decida mandarla al destinatario.
La magia de este manuscrito es majestuosa: Wilde se sincera, desnuda
su alma y reinventa las palabras que describen sentimientos,
ilusiones y emociones tan comunes a los humanos.
Ninguno de nosotros escapamos a la experiencia de la vida. Esto queda
claro en esta obra póstuma y controvertida de Wilde que finaliza:
“Viniste
a mí para aprender el goce de la vida y el goce del arte. Quizá
he sido elegido para enseñarte algo más maravilloso: el significado
y la belleza del dolor.
Tu amigo que te quiere.
Oscar.”
¹ De profundis fue escrita por Oscar Wilde (1854-1900) entre enero y marzo de 1897, dos meses antes de ser puesto en libertad y tras 22 meses de encarcelado. Robert Baldwing Ross la publica incompleta en 1905; el texto íntegro sería publicado posteriormente.
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