Un cuento memorable de Las Mil y una Noches
La Historia del jorobadito no es mi historia preferida entre las más conocidas de Las mil y una noches pues no hay genios, ni magos, ni seres sobrenaturales que orillen la imaginación o amenacen la realidad.
Cuando Scherezada termina la, ésa sí, fantástica historia de Bedredín-Hasán, narrada por el visir Giafar a Harún Al-Raschid en Las tres manzanas, da comienzo a una cascada de relatos de “nota roja” que no serán ni más sorprendentes, ni crueles -aunque tampoco menos- que muchos de los que contará después.
En las siguientes ocho noches, (veintiuna, o sesenta y una según otros) el sultán Schariar escuchará los relatos que un sastre, un médico judío, un intendente y un mercader cristiano le contarán al “Rey de la China” para librarse de ser ahorcados. Historias de amor que empiezan con mutilaciones de dedos y manos; o con inocentes acosados, apaleados y despojados de sus bienes. Historias en las que todos los protagonistas aceptan su realidad: su culpa o su incompetencia; y se resignan a seguir con su vida, con el destino que Alá les tiene reservado -pues no hay que olvidar que son cuentos orientales- sin guardar rencor o desear vengarse.
Es importante destacar que la curiosidad del “Rey de la China” no recae en alguno de los hechos que acaba de escuchar, o en su interés por hacer justicia, sino en un polémico personaje descrito en la narración del sastre: un barbero.
Y será éste, el barbero, con su inesperada intervención, quién regresa al lugar principal de la historia al jorobado, a quién ya nadie recordaba, y quién es el merecedor de que se reconozca como suya esta sorprendente historia. Que, ya sabemos, trata de un hombre que pudo haber muerto de no ser por la serie de eventos y relatos que se sucedieron, por voluntad de Alá, para que siguiera con vida.
Porque, bien mirado, llámese destino o coincidencia, para salvar la vida del jorobadito todos debieron estar allí y haber hecho lo que hicieron, incluso intentar deshacerse del cuerpo. Visto al revés: el jorobadito no sobreviviría si el sultán no hubiese querido conocer al barbero, y no habría barbero si el sastre no hubiese ido la tarde anterior a la reunión que inspiró su historia, y no habría historias si el rey de China no hubiera impedido la ejecución de los culpables, y no habría cuatro culpables si el sastre no hubiera intentado deshacerse del cuerpo del jorobadito al que invitó a cenar sin conocerlo...
Evidentemente Scherezada sabía que en cualquiera de las circunstancias anteriores la historia del jorobado no llegaría ni a anécdota...
Como también sabía que debía generar suspenso continuo y permanente a lo largo de sus relatos lo que logra enlazando narraciones en las que un personaje de la historia principal cuenta un cuento donde un personaje de esta segunda historia cuenta un cuento donde...
En la Historia del jorobado, Scherezada, personaje ella misma de Las mil y una noches, cuenta que cada uno de los personajes mencionados cuenta su historia. Y que ellos también dejan a un personaje de su relato que cuente su propia historia. Así, el mercader cristiano permitirá al “joven manco” que nos diga como perdió su mano derecha; el intendente dejará que “el convidado” explique la falta de sus pulgares, y el medico judío hará lo mismo con el segundo “joven manco”. El sastre, por su parte, en su relato incluye a dos personajes antagónicos: el “joven cojo”, que explica su accidente, y el barbero quién, además de su historia, cuenta las de sus seis hermanos, al término de las cuales el sastre retoma su propia historia: encerraron al barbero, invitó al jorobadito a cenar... y la termina con él mismo en presencia del Rey de la China. Scherezada concluye la narración original con la intervención del barbero, al que el rey hace traer, pero la enlaza con la siguiente:
“No es esta historia, sin embargo, más singular que la de los dos visires...”
Y tal vez tenía razón.
Pero hay algo más que vuelve este cuento muy atractivo, además de las narraciones enmarcadas, y es el motivo por el que el sastre invita a cenar al jorobado: para alegrar a su esposa que está enojada porque él regresa de una fiesta (en la que conoce al barbero con cuya historia el "Rey de China” hará comparecer al barbero que revivirá al jorobadito). Y esto lo sabemos ¡casi al final...!, cuando el sastre concluye su relato.
"Si no hubiera habido fiesta..."
Mejor no pensar en las implicaciones. La fiesta es la causa y en la fiesta está la solución. Y no importa en qué punto se empiece a contar la historia, el sastre la inicia pero también la cierra y la función del jorobadito, que no participa en todo el cuento, es manifestar el poder de Alá.
Así de simple. O complicado.
En todo caso un cuento memorable.
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