Una bellísima comedia romántica: Su Alteza y el botones (1945)
Her highness and the bellboy, traducida como Su Alteza y el botones es una película de 1945 de la Metro-Goldwyn-Mayer que nos remite a los cuentos de hadas clásicos. Dirigida por Richard Thorpe y escrita por Gladys Lehman y Richard Connell. Con Robert Walker, Hedy Lamarr, June Allyson, Rags Ragland y Warner Anderson encabezando el reparto.
¿De qué trata? Por el título esperamos un encuentro entre dos personas no sólo de diferentes estratos sociales, sino opuestos. Un encuentro que, según las expectativas del público, implicará un efecto del uno sobre el otro: un acercamiento, un nuevo enfoque, un cambio de actitud o comportamiento, un reto a vencer, un romance imposible...
Hay tantas opciones que, según la época del espectador, podrían ser además creíbles, posibles y probables. O simples fantasías.
¿El sueño de Cenicienta al revés? ¿Una princesa que, al igual que el duque de Windsor, abdicará a su título por amor? Recordemos que han pasado más de 75 años de su lanzamiento y nuestra actual percepción del mundo pudiera no corresponderse con los valores e ideales de entonces.
¿Cuáles son los ingredientes que hacen que ésta sea una historia diferente?
Básicamente que antes de conocerse la princesa y el botones, ambos aman (o creen amar) a alguien más. Y no sólo eso. Cada uno de ellos tiene, a su vez, un enamorado que intentará ser correspondido en sus sentimientos. Como elemento adicional: el amor sin esperanza que antepone la felicidad de los otros a la suya, versus el amor exigente que pone condiciones.
Una inocente confusión permite al botones Jimmy tratar de iguales a la princesa Verónica, quien inicialmente no lo saca de su error. Lo que permitirá que en el futuro se dé entre ellos un acercamiento sin protocolos, con confianza y sinceridad.
Un punto que juega a favor de la historia -pues funge como pitonisa- es el cuento que Jimmy lee en voz alta al principio: trata de un porquerizo cuyo amor por la princesa lo motiva a sacrificarse enfrentándose al dragón asesino para que ella escape y sea feliz, aunque él muera. Pero el porquerizo no muere: vence al dragón y la princesa se enamora de él porque... “es el corazón el que hace al príncipe”.
Pero aquí no hay dragones, ni brujas. Es Nueva York hacia 1938. El principal obstáculo para la felicidad (para un joven botones o una princesa) parece ser el sentido del deber, o la diferencia de clases cuando no coinciden con los sentimientos. Pues el miedo hace las cosas grandes pero el valor las vuelve pequeñas...
Y los sentimientos son lo único que importa. La honradez, la alegría, el optimismo, la sinceridad, la valentía, el amor, todo se magnifica en esta hermosa y divertida versión de cuento de hadas romántico donde todo puede suceder, especialmente si se escucha al corazón.
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