sábado, 11 de febrero de 2012

Ella, la otra, la primera (cont)

-Y había unas palomas, ¿verdad?
 -No, yo nunca tuve palomas. Lo que había eran grillos. Y a veces me ensordecían con su canto...
-¿Te hablaban de mí?¿Me presentías?
-Qué ocurrencia, tú ni habrías nacido para esas fechas. No, me quitaban de hacer lo que estuviera preparando y me sentaba a escucharlos. Decían que eran de buena suerte...
-¿Pero palomas no, nunca? ¿Por qué entonces siento como que cruzan a vuelo por el patio?
-Serán las que llegaron cuando me marché.
  -Pues entonces quitaré las palomas, son tan tristes. Y egoístas. No dejan que las otras aves se acerquen a comer... 

Ella, la otra, la primera

Ella, la otra, la primera, había comenzado el sueño.
-¡Aquí irá el árbol frondoso para el pequeño columpio y unas pajareras!
Y el jardinero había levantado cuidadosamente, bajo la supervisión de ella, el arriate que lo protegería. Y había plantado lo que por el momento parecía apenas una vara.
-¡Aquí, para los nietos! -Había reído la joven esposa, con la certeza de que su corazón sabría transformar aquel pequeño predio en un hogar.

Cuando yo llegué , ya no había árbol, ni columpio y aquello ni siquiera parecía habitable, mucho menos un hogar.
Pero bastaba caminar un poco por el patio embaldosado, para escuchar la muda brisa soplar entre las ramas y verla mecer el columpio danzarín.

Ella, la primera esposa, la difunta comenzó el sueño...

-¡Aquí, siémbrelo aquí ! Y no olvide el columpio. -Le señalo al joven jardinero que me acompaña y me mira con sorpresa.
Porque ambos sabemos que pasará mucho tiempo antes de que al pueblo abandonado vengan de visita los nietos.