Un feminicidio en "Las Mil y una Noches" (Las tres manzanas)
La
historia empieza cuando, al anochecer, un pobre pescador, una vez más
echa las redes al agua del río Tigris...
Saca
un pesado cofre, cerrado, y al abrirlo, en palacio, ante la presencia
del Califa...
“hallaron
un gran cesto de hojas de palmera cerrado y cosido con hilo de lana
encarnada. Para satisfacer la impaciencia del Califa, no se tomaron
la molestia de descoserlo; cortaron prontamente el hilo con un
cuchillo y sacaron del cesto un lío envuelto en una mala alfombra y
atado con cuerdas. Desatadas éstas y desenvuelto el lío, se
horrorizaron con la vista de un cuerpo de mujer, más blanco que la
nieve y sajado a trozos”.
O sea, que en la antigua Bagdad también la gente se deshacía de
algún cadáver comprometedor echándolo al río.
El hallazgo, como es de suponer, horroriza al gobernante.
Entonces, como ahora, quienes gobiernan saben que la sensación de
seguridad de la población (o en su defecto, la aplicación de
justicia), es importante para mantener la paz social.
Haroun-al-Raschid, el califa, reacciona con ira. Exige a su visir
Giafar que localice al culpable “inmediatamente”, para
ejecutarlo.
Y responzabiliza a Giafar y a cuarenta de sus “Barmecidas” de
hallarlo en un plazo máximo de tres días. O, de lo contrario, todos
ellos morirán como consecuencia de su incompetencia.
¿Podrían, los equipos de investigación criminal de aquellos
tiempos, localizar al criminal?
Giafar no lo cree probable.
“¿Cómo
podré yo hallar al asesino en una ciudad tan populosa como Bagdad,
cuando probablemente habrá cometido este crimen sin testigos, y
quizá ya está fuera de la población?”
Y se da por muerto.
Aunque en la historia se insinúa que hubo algunos esfuerzos por
descubrir al responsable, no se habla de las pesquisas para
identificar a la mujer descuartizada. Tampoco de interrogatorios a la
población. Sus técnicas probablemente no eran muy eficaces, además
de que les faltaran agentes y tiempo.
El caso es que el visir, entonces, se plantea la única salida
posible para evitar su propia ejecución:
“Otro
en mi lugar sacaría de la cárcel a un desdichado y le mandaría dar
muerte para contentar al Califa.” Y salvarse él y sus
familiares de lo que parece una injusticia, pues ejecutar a más de
cuarenta por no proteger a la población parece un poco exagerado...
para estos tiempos.
Sólo
que Giafar no quiere “manchar mi conciencia con este delito, y
prefiero morir a salvarme en tales condiciones”.
¡Bravo
por Giafar! Y se sienta a esperar que el destino actúe por él a su
favor, si así está escrito.
Al
tercer día, lo inevitable: él y cuarenta Barmecidas son arrestados
y conducidos a la plaza delante del palacio donde será la ejecución
pública. A la que el Califa ha dado la mayor publicidad posible,
pues mandó un pregonero por todos los barrios de la ciudad invitando
a la misma: “El que quiera tener el gusto de ver ahorcar al gran
visir Giafar acuda a la plaza... ” ¡Y vaya que hubo audiencia!
Lo
importante para Haroun-al-Raschid, por lo visto, era que el pueblo
viera que alguien debía pagar por los crímenes: el culpable o el
incompetente.
Bien, el descubrimiento de este feminicido atroz, se narra en el
cuento “Las tres manzanas”, y está incluído en los relatos de
“Las Mil y una Noches”. Pero el desarrollo y desenlace se
encuentran en estas otras dos historias: la Historia de la dama
asesinada y del joven su marido, y la Historia de Nuredin-Ali y
Bedredin Hasán.
A medida que nos vamos enterando de los detalles del crimen y de su
causa, se nos hace evidente que dejarse llevar por la pasión es
peligroso; también que un acto de “bulling” puede ser más grave
de lo que aparenta. Varios personajes nos demuestran su convicción
moral y su absoluta aceptación del destino inevitable que ha trazado
sus vidas ¿caprichosamente? O, al menos, sin sentido comprensible
para el hombre justo que sufre castigos por causas que no ha
provocado.
En este feminicidio miliunanochesco, poco a poco y en gran parte por
azar, aparecerán los verdaderos responsables del crimen. Y se
procederá a hacer justicia con una lógica muy distante a la
nuestra.
A pesar de que yo también, como el Califa, soy admiradora de las
historias extraordinarias que los protagonistas relataron para
justificar sus acciones e intentar salvar sus vidas, no alcanzo a
entender cómo Haroun-al-Raschid hizo justicia a la dama asesinada.
Entonces y ahora ¿el conocimiento de la verdad es a lo más a que se
puede aspirar?